Tribuna:

La tarea crítica

El folio en blanco que interpela a los escritores no está deshabitado. Dentro de una pieza literaria, además del talento y el carácter del autor, respiran las ideologías, los campos creativos institucionalizados y las tradiciones culturales. La fuerza de esta respiración es tan activa que, a la hora de escribir un manual o de programar una Historia de la Literatura Española, los especialistas comprenden que es difícil inmovilizar conceptos como historia, literatura y España, en perpetuo movimiento a lo largo de los siglos.

José-Carlos Mainer pertenece a una generación de catedrático...

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El folio en blanco que interpela a los escritores no está deshabitado. Dentro de una pieza literaria, además del talento y el carácter del autor, respiran las ideologías, los campos creativos institucionalizados y las tradiciones culturales. La fuerza de esta respiración es tan activa que, a la hora de escribir un manual o de programar una Historia de la Literatura Española, los especialistas comprenden que es difícil inmovilizar conceptos como historia, literatura y España, en perpetuo movimiento a lo largo de los siglos.

José-Carlos Mainer pertenece a una generación de catedráticos de Literatura que tuvo como principal afán la renovación de los estudios filológicos. Era una parte más de la transformación del país que exigía la democracia española. Si el oficio de cada cual es su primer ámbito de socialización, pocos profesores pueden ejemplificar mejor que José-Carlos la tarea universitaria de hacer Estado, de construir un espacio público de investigación y lectura capaz de entender con nuevos ojos nuestras realidades culturales.

Resulta fácil afirmar que su reivindicación de la literatura del exilio o las investigaciones sobre los escritores falangistas, campos en los que José-Carlos logró muy pronto aportaciones decisivas, forman parte de la transición española y la cultura democrática. Pero conviene recordar también que la verdadera transformación exigía nuevas formas de entender la modernidad, su canon literario, las distintas tradiciones historiográficas y las prácticas sociales de la creación y la enseñanza literaria. La bibliografía de José-Carlos Mainer ha prestado una lúcida atención a estos asuntos, ya sea en los libros de voluntad teórica como Historia, literatura, sociedad (1988), ya sea en los dedicados a la historia literaria, destacándose desde su primera edición en 1975 el famoso ensayo La Edad de Plata (1902-1939).

Conviene aclarar que es improcedente distinguir teoría e historia en el ejercicio crítico de José-Carlos Mainer. "Los filólogos", escribe, "sabíamos ya desde hace tiempo que los textos literarios son de naturaleza hojaldrada, finos estratos de significado entre los que circula el aire del tiempo y las huellas de textos precedentes que condicionan su nacimiento". Son palabras del prólogo general que, como director, ha escrito para la Historia de la Literatura Española que acaba de presentar la editorial Crítica. La necesidad de comprender en profundidad esa naturaleza hojaldrada ha hecho que los estudios de José-Carlos Mainer condensen en una sola mirada el conocimiento filológico, teórico e histórico, una amplitud enriquecedora que desde hace años caracteriza su tarea.

El volumen insignia del proyecto, escrito por José-Carlos, se sitúa entre 1900 y 1939, en una época encuadrada por los conceptos de modernidad y nacionalismo. Este enfoque es muy útil, no sólo porque sirve para superar las viejas disputas entre modernismo y generación del 98 en el concepto más amplio de modernidad, abriendo un claro cauce de unidad con la vanguardia, sino porque permite situar el debate en el verdadero punto de crisis que ha definido la cultura española del primer tercio del siglo XX. Si el impulso de modernidad suele justificar las transformaciones renovadoras y el impulso nacionalista invita a la conservación de valores esenciales, la peculiar historia de España obligó con frecuencia a que las apuestas de futuro surgiesen de una preocupada conciencia nacional.

José-Carlos Mainer ha sido desde hace años un maestro para mí. Su sabiduría y su voluntad de hacer Estado lo convierten en uno de los pensadores imprescindibles de nuestra literatura. Y más ahora, cuando el tiempo de los maestros universitarios se ve desplazado por el funcionariado tecnológico y una burocracia empresarial que cambia las santas horas de estudio por la búsqueda en los boletines oficiales de convocatorias y proyectos domados.

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