Columna

Gürtel hasta en las fallas

En buena lógica, ya que la Diputación de Valencia se ha cargado una exposición en el Muvim por unas fotos que no eran de su gusto (retomada por el amigo Tomás March en su sala), tanto la Diputación como el Ayuntamiento y el Consell deberían haber prohibido las numerosas fallas en las que con más cachondeo aparecen los ninots (porque son eso, simples ninots de falla) de esos personajes descolgados de su exposición en el museo valenciano de la modernidad para ahorrar al ciudadano su disfrute, con el resultado de que las imágenes se pueden ver ya hasta en Brasil. Y si Consuelo Cisca...

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En buena lógica, ya que la Diputación de Valencia se ha cargado una exposición en el Muvim por unas fotos que no eran de su gusto (retomada por el amigo Tomás March en su sala), tanto la Diputación como el Ayuntamiento y el Consell deberían haber prohibido las numerosas fallas en las que con más cachondeo aparecen los ninots (porque son eso, simples ninots de falla) de esos personajes descolgados de su exposición en el museo valenciano de la modernidad para ahorrar al ciudadano su disfrute, con el resultado de que las imágenes se pueden ver ya hasta en Brasil. Y si Consuelo Ciscar, todavía directora de lo que queda del IVAM, ha preferido guardar silencio ante el asunto, es porque no debería seguir ni un día más como directora de un museo al que tanto ha contribuido a minimizar, sí, la misma que, cual fallera mayor, depositó un ramito de flores cuando el asunto de la destrucción de la espantosa escultura de Sanleón a la entrada de lo que fue museo.

Nuestras autoridades competentes, si las hay, deberían ponerse ya a la ardua tarea de prohibir las fotos que puedan hacerse sobre sus ridículas figuras en un sinnúmero de fallas, antes de que sean muy merecidamente pasto de las llamas, y antes también de que la noticia abra uno de los informativos de la BBC. Y los reporteros gráficos tienen ante sí la feliz posibilidad de dar cuenta minuciosa de esa muestra de botarates y de montar una exposición en la que quede claro que hasta los falleros, esos ojitos derecho e izquierdo de Rita Barberá, moldean, erigen y queman sátiras de naturaleza efímera en las que una grotesca colección de fantoches gürtelianos perecen sin remisión en una hoguera global acaso solamente un poco más benigna que el infierno real que les espera.

Les conviene darse prisa a los artistas de las cámaras, ya que aunque, por fortuna, las fallas se queman por fin mañana por la noche, no estaría nada mal que para completar debidamente la futura exposición se filmaran imágenes de cómo aparece toda esta faramalla en el delirio grotesco de las fallas todavía en pie y cómo se van desvaneciendo, en un anticipo bíblico de lo que les espera, a medida que las llamas se apropian de su destino fallero. Incluso se pueden hacer apuestas acerca de quién será el último en caer. Ahí es nada. Seguir clic tras clic el procedimiento habitual de la ceremonia y captar si es Fabra el primero en ver descompuesta su jeta cerúlea por la voracidad de las llamas, o si Ricardo Costa aguanta más que Francisco Camps o -placer de los placeres- comprobar si se consumen antes los trajes que los caretos de sus animosos portadores. Creo que todavía es tiempo de montar esa fiesta a posteriori, donde no se puede desdeñar que el orden preciso de la cremación simbólica sugiera a los socialistas la estrategia a seguir después de Semana Santa.

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