Tribuna:Apuntes

El déficit en I+D valenciano

Es bien conocido que el sector productivo valenciano realiza un bajo esfuerzo en actividades de I+D: 0,37% del PIB frente al 0,67 del valor medio español y muy alejado del valor medio de la Unión Europea, que se sitúa en el 1,3%, y a años luz del de ciertas regiones europeas de Suecia o de Finlandia donde alcanza un 3%, regiones que se han incorporado de lleno a la economía del conocimiento. Esta situación ha llevado a muchos responsables políticos, empresariales y universitarios a defender la necesidad de un aumento de la I+D realizada por las empresas valencianas y ha incidido en unas políti...

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Es bien conocido que el sector productivo valenciano realiza un bajo esfuerzo en actividades de I+D: 0,37% del PIB frente al 0,67 del valor medio español y muy alejado del valor medio de la Unión Europea, que se sitúa en el 1,3%, y a años luz del de ciertas regiones europeas de Suecia o de Finlandia donde alcanza un 3%, regiones que se han incorporado de lleno a la economía del conocimiento. Esta situación ha llevado a muchos responsables políticos, empresariales y universitarios a defender la necesidad de un aumento de la I+D realizada por las empresas valencianas y ha incidido en unas políticas públicas orientadas a disminuir esta debilidad. Sin embargo, a mi modo de ver, se debe profundizar más en las causas de este bajo esfuerzo en estas actividades.

Mientras no mejore la estructura, las empresas deberían concentrarse en contratar a más titulados

Si se analizan las características de las empresas que realizan I+D en aquellas regiones en las que este esfuerzo es elevado, se constata que estas empresas pertenecen a los sectores denominados de alta y media-alta tecnología, tales como aeroespacial, electrónica y comunicaciones, farmacéutico, automóvil, correos y telecomunicaciones, actividades informáticas, etcétera. Las empresas de estos sectores concentran el 90% de la inversión en I+D empresarial en países como Suecia y Finlandia y el 80% en países como Alemania y Francia; es decir, en esos países no hay más inversión empresarial en I+D porque todas las empresas inviertan más que aquí, sino, sobre todo, porque en ellos predominan sectores que basan su competitividad en la I+D.

En la Comunidad Valenciana existen muy pocas empresas que pertenezcan a dicho sectores y, cuando las hay, caso de Ford, sus centros de I+D están en otros países. En consecuencia, la baja inversión en I+D de las empresas de la Comunidad Valenciana se debe, esencialmente, a la existencia de una estructura productiva en la que son mayoritarias las empresas pertenecientes a los sectores de baja y media-baja tecnología y porque, además, la casi totalidad de estas empresas se sitúan en nichos donde la tecnología no es el factor determinante de su competitividad. A estas deficiencias estructurales hay que añadir otras, como el pequeño tamaño de las empresas, la escasa proporción de titulados universitarios en sus recursos humanos, la baja proporción de empresarios con titulación superior -casi la mitad que en el País Vasco- y, en fin, la débil propensión a cooperar con otras empresas y con otros elementos del sistema valenciano de innovación.

Mientras estas deficiencias estructurales del tejido productivo valenciano no se vayan corrigiendo, no parece razonable que las empresas aumenten indiscriminadamente sus esfuerzos en I+D porque sus resultados no servirán, en la mayoría de los casos, para mejorar sus ventajas competitivas. Antes que esto, por ejemplo, deberían cambiar el lugar que ocupan en la cadena de valor y/o contratar a un mayor número de titulados universitarios capaces de incorporar nuevos conocimientos y tecnologías y de innovar.

Lo que el tejido empresarial valenciano necesita es un cambio estructural profundo y un cambio en el comportamiento de sus empresas que implique un cambio en el empresariado. Schumpeter ya decía que el empresario de la diligencia no podía ser el empresario del ferrocarril. Necesita, además, un apoyo creciente de la formación y de la I+D pública que deberá experimentar cambios no menos importantes que los que precisa el sector empresarial. Y, en fin, necesita de una política autonómica seria que no pivote casi exclusivamente sobre la política de eventos y fastos sin entronque con la realidad económica valenciana, que intente subsanar los problemas estructurales del actual tejido productivo y que favorezca la aparición de uno nuevo que permita integrarnos con posibilidades de éxito en la nueva economía global del conocimiento que se está consolidando. ¿De cuánto esfuerzo sostenido y de cuántos años estamos hablando?

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Ignacio Fernández de Lucio es profesor de investigación del CSIC y director de INGENIO (CSIC-Universidad Politécnica de Valencia).

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