Un contrapeso pensado por Sarkozy para que la UE vuelva a mirar al sur

La Unión por el Mediterráneo (UpM) nace de una idea del presidente francés, Nicolas Sarkozy, que al poco de acceder al Elíseo y como parte de sus primeros balbuceos en la política internacional, intenta establecer un contrapeso que frene la deriva hacia el norte y el este de la Unión Europea (UE).

Sarkozy pretende crear con la UpM un organismo que reúna a todos los países ribereños del Mediterráneo y deje fuera a los demás miembros de la UE que no se bañen en sus playas. De paso, piensan Sarkozy y su asesor áulico, Henri Guaino, dar la puntilla al llamado Proceso de Barcelona, creado po...

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La Unión por el Mediterráneo (UpM) nace de una idea del presidente francés, Nicolas Sarkozy, que al poco de acceder al Elíseo y como parte de sus primeros balbuceos en la política internacional, intenta establecer un contrapeso que frene la deriva hacia el norte y el este de la Unión Europea (UE).

Sarkozy pretende crear con la UpM un organismo que reúna a todos los países ribereños del Mediterráneo y deje fuera a los demás miembros de la UE que no se bañen en sus playas. De paso, piensan Sarkozy y su asesor áulico, Henri Guaino, dar la puntilla al llamado Proceso de Barcelona, creado por la UE en 1995 y víctima, en buena parte, de la segunda intifada en Palestina.

Alemania, sin embargo, y también España, no suscriben la idea del jefe de Estado francés y, poco a poco, van transformándola de manera que se convierta en un organismo europeo -dependiente de Bruselas- y que no sustituya a al Proceso de Barcelona, sino que lo asuma.

El impulso de las infraestructuras es el principal objetivo de la UpM

La puesta de gala, en París, el 13 de julio de 2008, es todo un acontecimiento al que acuden los jefes de Estado y de Gobierno de 43 países, incluidos Israel y la Autoridad Palestina.

Unos meses más tarde, en Marsella, la diplomacia española consigue que Barcelona acoja la sede de la secretaría. Los objetivos de la UpM son esencialmente económicos, educativos y sociales. El énfasis está en las infraestructuras y la financiación de los proyectos debe ser privada. Es ahí donde entra el trabajo de la secretaría: identificar proyectos y buscarles financiación.

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Para Barcelona, como ciudad de referencia, acoger el organismo supone un salto cualitativo: aumentará la presencia del cuerpo diplomático -la apertura del nuevo Consulado de Turquía ya va en este sentido- y creará una serie de sinergias que pueden, al menos de modo simbólico, darle este marchamo de capitalidad mediterránea al que aspira. Para ello, sin embargo, la UpM tiene que crecer mucho y desarrollarse en todas las áreas. La sola presencia de unos cuantos funcionarios en Pedralbes no bastará.

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