Final de la Copa del Rey

Abrumadora superioridad

Tremendo varapalo, y ya van dos, del Barça al Madrid con todo lo que esto supone. Éste es más importante que el de Navidades en Madrid, pues había título en juego, pero, cuando un equipo se adivina tan superior, poco importan ni la fecha ni la enjundia del asunto a tratar. Los azulgrana han conseguido la cuadratura del círculo. Un equipo que se defiende maravillosamente bien y que al ataque es capaz, gracias al talento de casi todos sus jugadores, de no atascarse nunca. El Madrid anda todavía en una fase muy anterior en la construcción de un equipo capaz de competir con ellos. Apañado defensiv...

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Tremendo varapalo, y ya van dos, del Barça al Madrid con todo lo que esto supone. Éste es más importante que el de Navidades en Madrid, pues había título en juego, pero, cuando un equipo se adivina tan superior, poco importan ni la fecha ni la enjundia del asunto a tratar. Los azulgrana han conseguido la cuadratura del círculo. Un equipo que se defiende maravillosamente bien y que al ataque es capaz, gracias al talento de casi todos sus jugadores, de no atascarse nunca. El Madrid anda todavía en una fase muy anterior en la construcción de un equipo capaz de competir con ellos. Apañado defensivamente, le falta algo de lo que anda sobrado su rival: jugadores determinantes. De ésos capaces de sacarte del atolladero, de encontrar caminos donde parece que no los hay, de darles el balón y, por encima de tácticas, saberse buscar la vida. Gente como Rubio, Navarro o Lorbek. El Madrid está lleno de buenos jugadores, pero, bien por juventud unos o por haber pasado ya su mejor momento otros, ninguno es una referencia en el baloncesto europeo. Y esto, al final, se nota cuando te enfrentas a un conjunto como el actual Barcelona.

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El Barça es superior al Madrid y, por lo visto ayer, el Madrid sabe que el Barça es superior. Al menos, esa impresión dio al observar cierta resignación en los jugadores blancos mientras la diferencia en el marcador no cesaba de aumentar. Cierto que la pared que montaron los azulgranas alrededor de su canasta era para desmoralizar a cualquiera, pero se les puso la cara de perdedores demasiado pronto. No hubo liderazgo que les sacase del agujero, jugador en mínima racha que alimentase las esperanzas ni arranque de orgullo. El Barça tiene un base, Ricky, pujante, amenazador, incisivo. El Madrid tiene otro, Prigioni, al que se le olvidó mirar a la canasta, que no pudo mover a su equipo, que naufragó de nuevo ante Rubio. El Barça posee un juego interior poderoso, en el que se junta la habilidad de Lorbek o Mickeal con la potencia desorbitada de Vázquez o Ndong. En el Madrid, salvo Felipe Reyes, parece existir cierta alergia de sus hombres interiores a vivir debajo del aro. Y así podríamos seguir en otros aspectos del juego y en todos llegaríamos a la misma conclusión: el Barça supera en todo al Madrid, por lo que, a día de hoy, resulta difícil imaginar el tipo de partido en el que los blancos puedan hacer frente a sus históricos rivales.

Título cantado para los azulgrana, que confirman su total ascendencia en el panorama nacional, en el que no se atisba rival capaz de discutirles la primacía. Con paciencia, cubriendo año tras año algunas de sus carencias, encontrando jugadores complementarios y con la suerte de que Ricky no se quisiese alejar de su casa, han terminado por armar un equipo temible al que Xavi Pascual ha conseguido dotar de una consistencia defensiva que, por sí sola, le coloca fuera del alcance de la mayoría de sus rivales.

Si luego sumas la calidad individual que atesora en su plantilla, terminas convencido de que mucho tienen que cambiar las cosas de ahora a junio para que esta Copa levantada por Roger Grimau sea la única de esta temporada. Hasta sus rivales lo saben y asumen.

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