Columna

El carnavalazo

La semana ha transcurrido entre la ambigüedad y la contundencia. Entre las cosas claras, el chocolate espeso y el sí pero no... La prueba más gloriosa de lo primero ha sido el dedo enhiesto de Aznar, ese dedo firme como sólo lo puede alzar un español que se precie. Ese símbolo de chulillo de gimnasio, tan tolerante como un Torquemada que se pone cachondo en mitad de un auto de fe; tan elegante como un desfile de modas con delantales de cocina que huelan a ajo y cebolla podrida.

El estilo tabernario es lo que se va imponiendo a marchas forzadas en el PP. Por los líderes del pasado y por ...

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La semana ha transcurrido entre la ambigüedad y la contundencia. Entre las cosas claras, el chocolate espeso y el sí pero no... La prueba más gloriosa de lo primero ha sido el dedo enhiesto de Aznar, ese dedo firme como sólo lo puede alzar un español que se precie. Ese símbolo de chulillo de gimnasio, tan tolerante como un Torquemada que se pone cachondo en mitad de un auto de fe; tan elegante como un desfile de modas con delantales de cocina que huelan a ajo y cebolla podrida.

El estilo tabernario es lo que se va imponiendo a marchas forzadas en el PP. Por los líderes del pasado y por los del presente. Josemari nos mete el dedo por donde nos quepa a los españolitos pacientes que tuvimos ya que soportar su tendencia al fascismo del siglo XXI en su etapa de Gobierno y Espe se apunta al mundo "hijoputa".

Un poco de cordura, hombre, se lo pido a ambos. Un poco de juicio. Una elegancia

Se lo agradezco, la verdad. Necesitamos claridad meridiana. Más cuando las redes nos muestran lo que nunca podíamos sospechar. Terroristas con la camiseta de la roja. Definitivamente, es el fin de la banda. Y por ello, en Facebook ya han corrido a abrir un sitio sugerente: Etarras para que Raúl vuelva a la selección. ¡Uníos, chicos!

Pero para ambigüedades descaradas, las del discurso de fin de carnaval que se marcó el alcalde Gallardón para entrar en época de ayunos y estrecheces. Fue toda una declaración de intenciones. Un paso más en esa relación que nos tiene a los madrileños y al mundo entero en un sinvivir. Un capítulo sabroso de esa telenovela excelsa de amor y odio permanente entre ella y él.

La cosa había empezado con cierta amargura. Aquella machacona insistencia en la obligación de llevarse bien que empalagado de responsabilidad confesó el líder madrileño a Iñaki Gabilondo.

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Pero después se abrió la puerta a la comicidad carnavalera, al choteo y a la chirigota, que es lo que el público agradece y lo que da más votos. En eso, ella gana de largo. Porque es tan sibilina como graciosa. Aunque Gallardón ha hecho méritos después en su entierro de la sardina. Lo malo es que ambos van por muy mal camino.

Se lo habían puesto a huevo los cavernícolas de su partido. No se arrugó Gallardón al comparar a la pobre pececilla con una inmigrante sin derecho a padrón. Tampoco a que el respetable confundiera a doña Cuaresma con la propia Espe. La venganza se sirve fría. Aunque luego la identificara como la crisis, la cosa sonó a maniobra de distracción legítima. ¿No le niega ella ser el blanco de sus insultos cambiándole por otro pobre que pasaba por allí? Pues el hombre ha jugado a una más que palpable ambigüedad, no sea que le metan un expediente como a su escudero Manuel Cobo: por descarao. Hay que reconocer, eso sí, que le ha salido una cosa mucho más fina que lo del hijoputa. "Más no quedó ahí la cosa, / que en plena Carnestolenda / buscó y no halló a Don Carnal / y temió a Doña Cuaresma. / Pues le he de vengar quitando / la máscara a esa chavea / para que su identidad / de una vez el mundo vea". Y siguió la cosa: "Fuese a rogar un empleo / al que mora en La Moncloa, / mas sólo diole subsidio, / el expediente que incoa. / Otros le daban consejo: / 'Sé sardina emprendedora, / pon negocio de conservas, / asciende hasta directora". Y así. Menuda puñalada trapera. Por no hablar de cuando se refiere a ella como "la fea", ni de cuando fingiendo ser señora la confundieron en Chicote "con anchoa".

No hay Dios que ponga remedio a esto. Pero lo malo es que ese divorcio lo pagamos como lerdos todos y cada uno de nosotros. En pleitos que no llevan más que a callejones sin salida, en luchas de poder que tienen nuestros impuestos y nuestro espacio público como obsceno campo de batalla. Digo espacio público por decir. Me refiero a ese solar mínimo que nos van dejando a fuerza de endeudamiento faraónico por un lado y voluntad castradora de las obligaciones del Estado por otro.

Un poco de cordura, hombre, se lo pido a ambos. Un poco de juicio. Una elegancia, un saber estar, por Dios. Me hago cargo de que es duro en ese partido mantener las formas y el señorío. Más después de la despreciable exhibición aznarí de esta semana. Copien lo bueno, hágame el favor. Mantengan la cordura, al menos, por los niños. Den ejemplo

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