Una pelea fratricida y sangrienta entre viejos conocidos

Pase lo que pase el sábado, la era del PP orensano sin Baltar la dirigirá un baltarista. El veterano político ha gobernado el partido con mano de hierro. Mientras se exponía ante la prensa haciendo chanzas sobre su caciquismo, tocando el trombón o colocando a alcaldes del PP en la Diputación, Baltar fue laminando a sus rivales: Victorino Núñez, Pérez Vidal, Elier Ojea y el último, el ex alcalde de la capital, Manuel Cabezas...

Así que en vísperas de la campaña para el congreso, todo Ourense era terreno conquistado por el presidente, incluido el alcalde de Verín, Juan Manuel Jiménez, est...

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Pase lo que pase el sábado, la era del PP orensano sin Baltar la dirigirá un baltarista. El veterano político ha gobernado el partido con mano de hierro. Mientras se exponía ante la prensa haciendo chanzas sobre su caciquismo, tocando el trombón o colocando a alcaldes del PP en la Diputación, Baltar fue laminando a sus rivales: Victorino Núñez, Pérez Vidal, Elier Ojea y el último, el ex alcalde de la capital, Manuel Cabezas...

Así que en vísperas de la campaña para el congreso, todo Ourense era terreno conquistado por el presidente, incluido el alcalde de Verín, Juan Manuel Jiménez, estrecho colaborador suyo. "La maquinaria electoral de Baltar es potentísima; bien lo sé yo, que formo parte de ella", proclamó días antes de postularse para competir contra el hijo de su jefe.

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Nadie en el PP provincial duda desde hace seis años de que el presidente preparaba la sucesión familiar. Lo anunció en un mitin en su pueblo, Esgos, en 2003, por su deseo de jubilarse, mientras presentaba a su vástago como número dos -el primero era su cuñado- por ese municipio, donde tiene acta de concejal desde entonces. Los alcaldes supieron ahí que blindaba a su descendiente para situarlo en la Diputación, tras su marcha.

Pero Baltar padre se encontró con la oposición del PP gallego a su dinastía y con la de algunos de sus colaboradores más estrechos, que veían truncadas sus aspiraciones sucesorias. Y prolongó su mandato mientras hacía limpieza. Hasta diciembre, cuando decidió abrir camino a su vástago convencido de que no habría resistencia.

"Voto oculto"

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En ese contexto, el de una provincia donde no tiene apenas influencia, Feijóo intenta captar a personas afines a Baltar para su causa. Antes que Jiménez Morán, colocó como número tres del partido, a Antonio Rodríguez Miranda, un concejal de Allariz a quien el baltarismo había aupado al Parlamento gallego en 2005 y que ya ha girado de bando. No es la única deserción. Jiménez ha explicado su "traición" al presidente provincial afecto con dos argumentos: su "intensa amistad" con Feijóo y el hecho de que quien ahora se presenta "no es Baltar". Los oficialistas apelan al "voto oculto" y confían en que los alcaldes que avalaron a Baltar lo abandonen en el congreso.

Jimémez no es precisamente un urbanita. Procede del sector de la boina que aterrizó arrebatando poder a los "históricos". Con el PP amarrado por Baltar desde hace décadas, Feijóo sólo ha podido elegir a un baltarista para acabar con Baltar. Por eso la lucha es fratricida y, si cabe, más sangrienta.

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