Análisis:EL ACENTO

El triunfo del "patito feo"

Carlos Sainz ganó el Dakar la pasada semana y hubo muchos que no podían creerlo. El piloto se había ido labrando el temido prestigio de ser amigo de la mala fortuna, con lo que nadie se atrevía a apostar por él en esta carrera que discurría por los inhóspitos parajes de Chile y Argentina. Su fama de tener mal fario se sostiene en dos episodios inolvidables. En 1998 estaba a punto de ganar por tercera vez un mundial cuando, en el Rally de Gran Bretaña, su Toyota Corolla se quedó seco a menos de un kilómetro de la meta. Y en el Dakar de 2009, tras ir por delante arrasando, se despeñó en u...

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Carlos Sainz ganó el Dakar la pasada semana y hubo muchos que no podían creerlo. El piloto se había ido labrando el temido prestigio de ser amigo de la mala fortuna, con lo que nadie se atrevía a apostar por él en esta carrera que discurría por los inhóspitos parajes de Chile y Argentina. Su fama de tener mal fario se sostiene en dos episodios inolvidables. En 1998 estaba a punto de ganar por tercera vez un mundial cuando, en el Rally de Gran Bretaña, su Toyota Corolla se quedó seco a menos de un kilómetro de la meta. Y en el Dakar de 2009, tras ir por delante arrasando, se despeñó en un precipicio, liquidando con el golpe sus esperanzas de alcanzar ese triunfo que se le resistía después de que en 2004 abandonara toda competición.

Su retirada duró poco. A los pocos meses, Citroën le sedujo para poner a punto uno de sus nuevos modelos. Cuentan que los sentidos de Sainz tienen tal finura a la hora de conducir que sabe detectar hasta el menor chirrido de un muelle. Así que es el piloto perfecto para ir afinando todos los detalles para convertir un coche en imbatible.

Por eso mismo Volkswagen golpeó a su puerta y lo incorporó a las batallas del Dakar al volante de su Race Touareg. Sainz ha confesado que en las dos primeras competiciones "el material" que le dieron no estaba preparado para ganar. En la tercera iba como una flecha y se produjo el accidente. La cuarta ha sido la vencida.

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Dice Sainz que entre los pilotos del Dakar se sintió a veces como un "patito feo". Lo que quería decir, más bien, es que lo veían como un cisne demasiado fino para esos cenagales. El caso es que midió bien sus fuerzas y no salió como una bala, que es lo suyo, para hacerse con el podio en una carrera que la ganan no los que van más rápido, sino los que menos tiempo pierden.

Un gran éxito, pues, que desencadenó enseguida otra feroz competición. Esta vez por la foto. Y, así, a su vuelta del otro lado del Atlántico, tanto el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón como la presidenta Esperanza Aguirre se afanaron por ver quién ponía mejor Madrid a sus pies. Quizá, a la larga, tanta precipitación por agradar y apropiarse del triunfo ajeno les resulte dañina. Y se quedarán secos cuando los madrileños salgan de estampida.

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