Reportaje:

"El pueblo soy yo"

Juan Enciso se resiste desde la cárcel a 'abdicar' como amo absoluto de El Ejido

Cuando el Partido de Almería (PAL) proclamaba días atrás que Juan Enciso repetiría en 2011 como candidato en El Ejido, lo hacía con la convicción de que arrasaría de nuevo en las urnas, algo que pocos ponen en tela de juicio en la localidad. Sería el sexto mandato de un hombre que, de contar con esta opción tras su estancia entre rejas, volvería a granjearse el favor de los vecinos con los que ha tratado de fundirse y confundirse desde que en 1991 le auparan al poder por una raquítica diferencia de 45 votos respecto al PSOE.

Acostumbrado a salir victorioso de la adversidad, Enciso se ha...

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Cuando el Partido de Almería (PAL) proclamaba días atrás que Juan Enciso repetiría en 2011 como candidato en El Ejido, lo hacía con la convicción de que arrasaría de nuevo en las urnas, algo que pocos ponen en tela de juicio en la localidad. Sería el sexto mandato de un hombre que, de contar con esta opción tras su estancia entre rejas, volvería a granjearse el favor de los vecinos con los que ha tratado de fundirse y confundirse desde que en 1991 le auparan al poder por una raquítica diferencia de 45 votos respecto al PSOE.

Acostumbrado a salir victorioso de la adversidad, Enciso se ha servido por pura intuición de las máximas del maquiavelismo para erigirse en amo absoluto del municipio que regentó como una finca privada desde que el PP le abriera las puertas de la política en pleno boom de los cultivos bajo plástico. "Si mañana se celebrasen elecciones tendría 20 concejales", reaccionaba soberbio como lo haría ahora en septiembre de 2005 ante uno de los trances más duros de su carrera. Acababa de crear el PAL, el traje a la medida que se vistió tras su expulsión del PP por intentar arañar más poder al poder. Seis de los suyos dieron la espalda entonces a su proyecto, pero no el pueblo, que volvió a refrendarle y le otorgó los 15 ediles con los que gobernó hasta el pasado 20 de octubre, cuando la Policía le detuvo en la operación Poniente tras 18 años ebrio de poder.

Maquiavélico y poco instruido, pero con una indudable inteligencia natural
"Se sintió que lo podía todo, que estaba por encima del bien y del mal"
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"El que llegue a príncipe con el favor del pueblo debe esforzarse en conservar su afecto". Populista a rabiar, Enciso ha explotado como pocos este axioma planteado por Maquiavelo. Su campechanía, su procedencia -forma parte de una de las familias más antiguas del pueblo- y su capacidad para ganarse a la gente a través de los sentimientos han sido las bazas con las que Enciso ha jugado para mantenerse y fortalecerse en el poder. "Siempre ha sido uno más", dicen los vecinos de un hombre que se ganó su favor a fuerza de accesibilidad. "Ir con él por la calle era gastar dos horas. Era muy afable y escuchaba a todo el que le abordaba para transmitirle sus problemas", afirma desde el anonimato un colaborador del regidor que, como su padre, empezó a posicionarse desde la intermediación en las subastas de este mar del plástico.

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"Nada hace tan estimable a un príncipe como las grandes empresas". Poco instruido, pero dotado de una indudable inteligencia natural, la gesta que recomienda el maquiavelismo para ganar en autoridad le llegó a Enciso en febrero de 2000. Su reacción a la oleada de violencia racista que se desató en el municipio almeriense ruborizó a España y a su propio partido, pero no así a sus vecinos. El aplauso a su duro y xenófobo discurso -"A las ocho de la mañana todos los inmigrantes son pocos, a las ocho de la tarde sobran todos"- sonó con intensidad en las elecciones de marzo de 2000, cuando obtuvo el 63% de los votos y, con ellos, germinó el monstruo político en que Enciso se convirtió más tarde.

"Un príncipe debe reparar poco en incurrir en el vicio de tacaño". El aluvión de votos cosechado dio nuevos bríos al alcalde que, por esas fechas, cambió por trajes caros la sencilla chaqueta de lana con la que le había gustado dejarse ver. Quienes conocen a Enciso sitúan en esta época el repunte de ambición que se le acabó indigestando con su arresto por cinco graves delitos el pasado otoño.

El amplio respaldo popular y el de su partido, que le mantuvo en sus filas pese a la sucesión de desplantes a altos cargos del PP, dieron paso a un mandatario que se creyó impune. "Se sintió que lo podía todo, que estaba por encima del bien y del mal", cuentan de un regidor que ya había puesto en marcha Elsur, la máquina empresarial que sirvió para llenar los bolsillos de los 23 imputados en la trama.

Son los años de la codicia, en los que se desdibuja el Enciso nacido en la periferia, para dar paso al acaudalado vecino de la calle principal de El Ejido, cuyos tentáculos de poder todo lo abarcan, desde Elsur al urbanismo, pasando por el equipo de fútbol Polideportivo Ejido. Los rescoldos de este poder hegemónico que acabó llevándole a prisión siguen vivos en El Ejido, cuya batuta ha manejado a su antojo con la máxima O conmigo o en mi contra. La misma que aún hoy, tras más de dos meses en la cárcel, impide dar por zanjada la carrera política de un maestro en otro de los pilares del maquiavelismo: el arte de hacerse temer tanto como amar.

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