SINGULAR | JOSÉ LUIS TURINA, pintor

"La luz de Madrid mata las formas"

El artista, hijo de Joaquín Turina, sigue en activo a los 90 años

José Luis Turina es uno de los pintores madrileños más veteranos. Nacido en la madrileña calle de Alfonso XI en 1919 y crecido en un ambiente familiar relacionado con el arte -su padre fue el célebre músico andaluz Joaquín Turina- su primer encaminamiento hacia la música, más concretamente por el piano, se vio trocado en su juventud por el de la pintura. A ella accedió desde el dominio del dibujo, en el que se adiestró desde niño. Tal especialidad la considera básica y de ella llegaría a ser profesor y luego catedrático en Santiago de Compostela, Cáceres, Barcelona y Madrid, precisamente en el...

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José Luis Turina es uno de los pintores madrileños más veteranos. Nacido en la madrileña calle de Alfonso XI en 1919 y crecido en un ambiente familiar relacionado con el arte -su padre fue el célebre músico andaluz Joaquín Turina- su primer encaminamiento hacia la música, más concretamente por el piano, se vio trocado en su juventud por el de la pintura. A ella accedió desde el dominio del dibujo, en el que se adiestró desde niño. Tal especialidad la considera básica y de ella llegaría a ser profesor y luego catedrático en Santiago de Compostela, Cáceres, Barcelona y Madrid, precisamente en el instituto de la calle de Guzmán el Bueno que llevaría el nombre de su padre.

"Después de la Guerra Civil donde luché como soldado, inicié mis estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando", explica. "Allí fui alumno de Enrique Martínez Cubells, de Eugenio Hermoso, Fernando Labrada y de Eduardo Martínez Vázquez, así como de Daniel Vázquez Díaz, de Lapayés y de Stoll", añade.

En los años setenta dejó de reflejar el exterior y empezó a pintar para sí

De Vázquez Díaz recuerda una anécdota: "Nos decía que cuando alguien decía pintar como Rafael Sanzi, era preciso decirle que había nacido con 400 años de retraso". La academia le otorgó una beca de paisaje en la ciudad marroquí de Xauen, de donde surgieron sus primeras obras llenas de entusiasmo y de luz. "En Madrid, sin embargo, la luz es tanta que en ocasiones mata las formas", explica. Admite que sus primeros pasos por la pintura fueron "totalmente académicos", para ir luego soltándose poco a poco en experimentaciones prudentes -aunque constantes- hacia un expresionismo "no fauve". "En Cáceres, adonde llegué destinado como catedrático, fueron algunas de mis primeras exposiciones, que proseguí luego en Barcelona", destaca. Y precisamente en Cáceres será su próxima exposición. A partir del 15 de enero, el Palacio de la Isla mostrará sus trabajos.

Fue en la capital mediterránea donde su identificación con la vida artística fue más plena. "Además de pintar con asiduidad, conocí a muchos otros artistas, críticos de arte... Fueron 13 años estupendos", asegura. En Madrid expuso numerosas veces en galerías como la prestigiosa Grifé & Escoda. En los años setenta, absorto en sus cometidos docentes, dejó, confiesa, "de pintar hacia el exterior, para comenzar a pintar para mí mismo".

Con su esposa María Teresa Santos Borges han tenido cinco hijos, diez nietos y dos bisnietos. De su prole, muchos han seguido el camino del arte, señaladamente la música, pero todos tienen esa familiaridad con las artes en las que José Luis Turina ha sabido inficionarles. Unos han optado por los fotomontajes artísticos, otros por el piano, otros más por el violonchelo o el violín... Desde el luminoso piso que ocupa cerca del paseo de las Delicias, sus óleos refulgen llenos de la maestría de un oficio que sólo ahora ha comenzado a interrumpir. Los de alguno de sus hijos, entre ellos algún retrato, ocupan también importantes espacios en una vivienda que rezuma arte por sus cuatro costados. "La verdad es que ya no veo casi como para distinguir bien las formas", reconoce. A juicio de Turina, "la artesanía y el arte se distinguen sobre todo porque el arte es único, mientras que la artesanía es seriada. Pero, matiza, "ambas pueden perdurar".

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A la hora de definir qué motivación le ha llevado a mantener los pinceles hasta una edad tan veterana, Turina no duda: "En todo momento pinté por el deseo de reflejar algo que contemplaba en la realidad o en mi mente, un impulso creador al que siempre he tratado de responder". Su mirada, acostumbrada a convivir con la belleza, guía su mano, que ha esculpido también numerosas figuras de madera y bustos o retratos como el de su esposa, gran compañera: "Quien mira la obra de arte, la recrea, le añade algo de sí y eso es lo que cierra el circuito y convierte el arte en comunicación".

José Luis Turina muestra en casa uno de sus cuadros.SAMUEL SÁNCHEZ

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