Crítica:MÚSICA

Divino Neil

Que Neil Hannon visite la capital constituye un acontecimiento tan relevante como para que Sergi Arola abandone por un día los fogones y se consagre al disfrute indisimulado. "The Divine Comedy ocupan el segundo lugar en la clasificación de mi iPod", repetía el cocinero de moda con pasión de fan fatal. El primer puesto, por cierto, corresponde a Fastball, una selección extravagante, pero divertida.

Hannon es un tipo más británico que una tarde lluviosa viendo capítulos de Retorno a Brideshead. Bajito, menudo y extraordinariamente brillante, se bastó él solo para regalar do...

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Que Neil Hannon visite la capital constituye un acontecimiento tan relevante como para que Sergi Arola abandone por un día los fogones y se consagre al disfrute indisimulado. "The Divine Comedy ocupan el segundo lugar en la clasificación de mi iPod", repetía el cocinero de moda con pasión de fan fatal. El primer puesto, por cierto, corresponde a Fastball, una selección extravagante, pero divertida.

Hannon es un tipo más británico que una tarde lluviosa viendo capítulos de Retorno a Brideshead. Bajito, menudo y extraordinariamente brillante, se bastó él solo para regalar dos docenas largas de canciones y salpimentarlas con abundantes muestras de ingenio y buen talante.

Preguntó si había algún masajista en la sala, le cantó el Cumpleaños feliz a una espectadora, consiguió que desde la primera fila le invitaran a un pitillo, se burló de su incapacidad para silbar y esbozó un par de versiones descacharrantes: Ring of fire, de Johnny Cash, y un Don't you want me baby, de Human League, que el personal coreó con auténtico alborozo. Debería grabarla, sin duda. Y que viva por siempre el humor inteligente.

THE DIVINE COMEDY

Neil Hannon (voz, guitarra, piano). Sala El Sol. Madrid, 17 de diciembre. 23 euros. Lleno (300 personas)

Ardua tarea la de mantener la atención cuando el oficiante se presenta en la más estricta soledad, más aún si hay demasiadas personas entre el público que no han pasado por taquilla. Nuestro crooner norirlandés superó la prueba porque su voz parece un violoncello con el don de la palabra y gracias a que defiende algunas de las canciones más exquisitas que ha conocido el pop británico durante las dos últimas décadas.

Refinado como un Rufus Wainwright hetero, Neil a veces suena a melodrama de Scott Walker y otras, a musical de Kurt Weill. Y sus creaciones más ultrarrománticas, como la maravillosa The summerhouse, son esas canciones que ya casi nunca le salen a Paul McCartney.

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No todo es pasión y tormento. Aprovechó para adelantar un tema contagiosísimo, Indie disco, que a partir de primavera podremos escuchar en su próximo disco. "Lo estoy mezclando estos días y os va a encantar", anunció con esa mirada suya, entre vivaz y guasona. Tiene toda la pinta, sí.

A Hannon se le da muy bien poner cara de chiste, pero a la hora de escribir le seguimos encontrando irresistiblemente divino. Como la comedia.

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