Columna

Cuando hablan los pies

Posiblemente a Esperanza Aguirre, cuando dijo que no hablaba si no llevaba tacón, le pasaba lo mismo que al romano del que cuenta Plutarco que, después de abandonar a su mujer, cuando sus amigos le preguntaban por qué, si era hermosa o no, y les respondía que sí; si casta y honrada, y respondía que también, acabó quitándose un zapato y preguntándole a ellos si era bonito. Le contestaron que bonito era y que bien hecho estaba. Y fue entonces cuando les dijo: "Pero ninguno de ustedes puede decir dónde me aprieta".

De lo que quería hablar la presidenta, y no podía, era de dónde le aprieta ...

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Posiblemente a Esperanza Aguirre, cuando dijo que no hablaba si no llevaba tacón, le pasaba lo mismo que al romano del que cuenta Plutarco que, después de abandonar a su mujer, cuando sus amigos le preguntaban por qué, si era hermosa o no, y les respondía que sí; si casta y honrada, y respondía que también, acabó quitándose un zapato y preguntándole a ellos si era bonito. Le contestaron que bonito era y que bien hecho estaba. Y fue entonces cuando les dijo: "Pero ninguno de ustedes puede decir dónde me aprieta".

De lo que quería hablar la presidenta, y no podía, era de dónde le aprieta el zapato. Por eso resulta exagerada ahora la permanente observancia del calzado de Aguirre con el fin de saber por su zapatería si hoy toca revelación presidencial o mutismo, según le apriete el zapato y dónde. Pero, a pesar de todo, no niego la posibilidad de que esa idea se la diera Gomaespuma o cualquiera de los espléndidos cultivadores del humor del absurdo en el ámbito publicitario, si bien tampoco tengo por qué dudar de la capacidad de la presidenta para cultivar ese tipo de humor. No creo, sin embargo, que con la salida del chiste persiguiera una misteriosa metáfora para dirigirse al enemigo, interior o exterior al PP, al modo en que Alfonso Guerra, primero, y Alberto Ruiz-Gallardón, después, han seleccionado textos de otros, sabios por lo general, para lanzar indirectas políticas por medio de las felicitaciones de fin de año. En cualquier caso, ha dado a entender que los pies también hablan. Y, por lo visto, ella no es la misma con tacón o sin tacón.

No hay nada como un buen zapato de tacón, no sólo para elevarse, sino para poner orden

Del lenguaje del tacón sabe mucho Luis Berlanga, pero los zapatos en general han nutrido artes diversas y no poca literatura: La cenicienta, El gato con botas, Hansel y Gretel, Las amistades peligrosas, 20.000 leguas de viaje submarino, Alí Babá o 101 dálmatas. Si recuerdo estos títulos es porque figuraban en una exposición reciente, Calzando te cuento, del Museo del Calzado de Elda. Pero Andy Warhol -Zapatos de polvo de diamante (lila, azul, verde)- también sabía mucho de eso, y no sólo como artista sino como coleccionista de zapatos raros. Y lo mismo Guillermo Cabrera Infante, interesado por la obra de Manolo Blahnick, artista para los pies y escrutador de las esencias del calzado, a quien no se me ha ocurrido llamar por si es capaz de interpretar lo de Esperanza Aguirre: "Cuando llevo zapato plano, como hoy, no hago declaraciones". Sé muy bien, no obstante, lo que opina Blahnick del zapato plano porque lo ha contado en Financial Times: "Las mujeres caminan como renos con zapatos planos".

Se entiende, pues, a la presidenta: convertida en reno no está una para nada, ni siquiera para hablar. Ella se maneja mejor sobre tacón, luce más sobre sus calzas, tal vez con los tres centímetros que aconseja Blahnick, pero no estoy convencido de que se desluzca con el zapato plano; creo que le va bien para visitar los mercados y ponerse en jarras; una populista funciona mejor en zapatillas y en bata de guatiné. Aunque, dado su gusto por hablar, mucho me temo que el zapato bajo le resulte una mordaza inaguantable; se diría que más que aligerarle el pie en su frenético andar le aprieta duramente. Y eso que aún no ha aparecido en sandalias. Cuando aparezca con ellas, a ver qué dicen mis colegas; seguro que no podrán evitar asociarla a Teresa de Jesús, la terremoto, y a la reforma del Carmelo. Al fin y al cabo, el problema del PP madrileño, y no digamos de otros PP, es el mismo que el de los carmelitas en tiempos de santa Teresa: una lucha encarnizada entre los descalzos y los calzados. Pero las sandalias de Teresa no le restaron ninguna locuacidad a la fundadora, a pesar de tratarse también de zapato plano, y creo que tampoco esbeltez, porque aunque Blahnick sostiene que el zapato bajo "es difícil para caminar con él y mantener un porte divino y gracioso", dice igualmente el zapatero que hace 50 años vio caminar bien a las mujeres con ese tipo de calzado, como puede verse ahora en las películas, añadió, y Teresa de Jesús es evidentemente más antigua.

Pero quién sabe si el problema de Rajoy, que extiende sus zapatos planos para que un antiguo limpiabotas les dé lustre, no es otro que la falta de tacón, y que eso sea lo que con frecuencia lo deja mudo. Y es que no hay nada como un buen zapato de tacón, no sólo para elevarse, sino para poner orden. De lo contrario se arriesga Rajoy a un zapatazo menos amable, como el que recibió George Bush con un zapato plano cuando afortunadamente se iba. A Bush el zapato le vino de la calle, a Rajoy le han caído ya zapatos domésticos. Y no sólo los de Aguirre, los que le regalan a Francisco Camps pretenden la excelencia.

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