Reportaje:

Dora García mezcla realidad y ficción en una muestra interactiva en el CGAC

La artista invita al espectador a formar parte de su exposición audiovisual

Al principio de la segunda sala -una nave rectangular enteramente blanca- una chica aporrea las teclas de un ordenador mientras lanza miradas desde detrás de la pantalla. Lo observa todo, lo cuenta todo, pero pocos advierten que el tiempo real de las visitas va proyectándose de modo telegráfico sobre una pared blanca. "Acaban de entrar todos. Dos se quedan atrás y cuchichean. Hay tres personas que no están escuchando. Una de ellas lleva camiseta de rayas". Los vigilados visitantes escrutan con atención un altar de objetos que podrían ser un cajón volcado de recuerdos de viaje. Postales, moneda...

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Al principio de la segunda sala -una nave rectangular enteramente blanca- una chica aporrea las teclas de un ordenador mientras lanza miradas desde detrás de la pantalla. Lo observa todo, lo cuenta todo, pero pocos advierten que el tiempo real de las visitas va proyectándose de modo telegráfico sobre una pared blanca. "Acaban de entrar todos. Dos se quedan atrás y cuchichean. Hay tres personas que no están escuchando. Una de ellas lleva camiseta de rayas". Los vigilados visitantes escrutan con atención un altar de objetos que podrían ser un cajón volcado de recuerdos de viaje. Postales, monedas, notas en servilletas, recortes de prensa, trozos de tela.

Es la maleta rota de la artista Dora García (Valladolid, 1965), que en el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), con ¿Dónde van los personajes cuando la novela se acaba?, manifiesta su intención de provocar sucesivas contradicciones en el público. Para ello utiliza pequeños montajes audiovisuales que ha realizado en los últimos años, como la del mendigo que pasea durante tres meses por las calles de una ciudad de Croacia interpretando un personaje de Bertold Brecht. Es la primera exposición que se inaugura en el CGAC después de la designación del portugués Miguel von Hafe como director del centro. No acompañó, sin embargo, a la artista ni a la comisaria de la exposición, que finalmente es Eva González-Sancho, y no el antiguo director del centro, Manuel Olveira, como se planteó en un principio.

El nuevo director del Centro, Miguel von Hafe, no asistió a la inauguración

Cuatro salas, y en ellas, los retales de momentos que Dora García expone hasta el 31 de enero "para que sigan en movimiento". "El arte tiene la intención de revelarnos algo sobre nosotros", cuenta. Y en cada estancia de la exposición el espectador se topa con un dilema. Nada más entrar, bajo un pasaje que juzga si el que un árbol se seque es "sinónimo de inocencia o de culpabilidad", se apila un centenar de libros. Están impresos de tal forma que sólo podrán leerse enfrentados a un espejo. Invertir la naturaleza del libro ejemplifica "la arbitrariedad entre el bien y el mal". Con Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) la autora quiere recordar al visitante que "la independencia de pensamiento siempre estuvo castigada".

Realidad y ficción se confunden en mensajes escritos y audiovisuales, de manera que la artista da motivos y fotografías y experiencias y postales que en ocasiones forman parte de performances, y en otras, de su propia experiencia. "Todos tenemos que hacer una construcción del mundo para poder vivir en él", explicó en una entrevista. El cosmos que ella plantea es el de un mundo y el visitante recarga de significado las obras.

Su obra se nutre de lo que idea y la correspondencia que mantuvo con diferentes artistas. Y el espectador también participa en hacer de la exposición un algo colectivo. "La muestra sigue evolucionando, aunque el público ya no esté allí". Lo que cuenta, además de las mentes, traspasa el museo. Y una de las pruebas es el mar de pequeños libros de portada negra que coloca en una repisa en mitad de la sala. "Roba este libro", dice la portada; y la artista, que "así es como la exposición se prolonga, con el uso". Dora García no quiere asegurar que los ejemplares sean un regalo: "Cuando te lleves el libro no serás quién para decirle a tu amigo que no te lo robe". "Lo pone ahí", añade.

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