Columna

Gobernar improvisando

La profunda crisis económica por la que aún transitamos ha puesto a prueba a todos los gobiernos. Su intensidad, su carácter global, y la rapidez en su transmisión internacional e intersectorial tras un largo período de bonanza económica han cogido por sorpresa a ministros, presidentes y banqueros centrales. En todas partes se ha improvisado en la gestión de la crisis. El método de ensayo y error y la predisposición a aplicar soluciones heterodoxas han sido la norma. También las declaraciones sorprendentes, como me recordaba el otro día Xesús Vega Buxán. Porque no deja de ser curioso el escuch...

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La profunda crisis económica por la que aún transitamos ha puesto a prueba a todos los gobiernos. Su intensidad, su carácter global, y la rapidez en su transmisión internacional e intersectorial tras un largo período de bonanza económica han cogido por sorpresa a ministros, presidentes y banqueros centrales. En todas partes se ha improvisado en la gestión de la crisis. El método de ensayo y error y la predisposición a aplicar soluciones heterodoxas han sido la norma. También las declaraciones sorprendentes, como me recordaba el otro día Xesús Vega Buxán. Porque no deja de ser curioso el escuchar a un líder conservador como Sarkozy promulgar la "refundación del capitalismo" y abogar por poner al PIB en cuarentena, cediendo espacio a otras dimensiones del bienestar social. En definitiva, improvisación en el gobierno la ha habido en todas partes, no sólo en España.

Por comparación, en Galicia se ha afrontado la crisis económica razonablemente bien

Dicho lo anterior, es verdad que el Gobierno español ha pecado especialmente. Tras un cierto retraso en el reconocimiento del problema, apretó el acelerador en medidas con fuerte impacto presupuestario (somos uno de los países que más ha gastado frente a la crisis), pero con un diseño precipitado y, sobre todo, con actuaciones presentadas de forma un tanto desordenada. No se puede abusar de los "globos sonda", so riesgo de generar incertidumbre. Y es fundamental que las medidas se integren en un plan conjunto coherente con las actuaciones de medio y largo plazo. El mejor (por peor) ejemplo lo ofrece la política tributaria. En los dos últimos años: supresión del impuesto de patrimonio, reducción de la carga fiscal sobre el capital en el IRPF, inacción frente a la muerte del impuesto sobre sucesiones, deducción de los 400 euros... para después cambiar hacia un discurso que parece gravitar sobre la aportación de las rentas altas y el capital, y con mensajes dispares desde el gabinete, que siembran la duda en los ciudadanos. Sin duda, es el momento de fijar de una vez por todas cuál va a ser el modelo tributario del gobierno en lo que queda de legislatura y en la siguiente: bien en La Moncloa, bien en la oposición, es importante tener las cosas claras en algo tan importante para las señas de identidad de un partido como es la política tributaria.

Por comparación y teniendo en cuenta las competencias reales, creo que en Galicia hemos hecho las cosas razonablemente bien. En particular, en lo que concierne a la financiación empresarial. La Xunta bipartita fue pionera y modelo a seguir en el mapa autonómico en este campo. La Xunta actual ha optado por seguir trabajando sobre lo ya hecho. Pero serán los presupuestos para 2010 los que darán soporte a las medidas que seguirán siendo necesarias, incluso con la bendición que supondrá el Xacobeo. En este sentido, es fundamental mantener un elevado grado de ejecución en las inversiones públicas cuando una analiza los datos disponibles para el conjunto de las comunidades autónomas, es verdad que los años electorales tienden a mostrar niveles de ejecución más elevados, porque los gobiernos aceleran lo que pueden los proyectos antes de los comicios. Pero el efecto se difumina si existe cambio de gobierno, porque la nueva administración tarda en engrasarse. Aún no sabemos cuál será el efecto neto para Galicia en 2009. Pero en 2010 deberíamos tener la maquinaria de San Caetano funcionado al 100%.

En segundo lugar, se debería evitar la tentación de sacrificar las actuaciones con impacto sobre la estructura económica que nos permitirá caminar por una nueva senda de desarrollo sostenido. En particular, me refiero a la I+D+i y a la internacionalización de nuestras empresas. No sólo en lo que se refiere a exportar bienes y servicios, sino también en la captación de inversiones. Y todo ello concentrado en los clusters clave para la economía gallega. En este enfoque tiene buena cabida la firma de contratos-programa con las universidades para la obtención de financiación adicional condicionada al cumplimiento de objetivos.

Por lo que se refiere a la inversión pública, tendría todo el sentido colaborar con los ayuntamientos en la canalización de una parte del esfuerzo inversor de la Xunta. Diseñar y ejecutar una suerte de Plan G a semejanza del Plan E del Gobierno central, en líneas que la Xunta considere estratégicas para Galicia como país.

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