Columna

Diferencias de estilo

¿Qué hizo el bipartito en sus cien primeros días?: ofrecer la gratuidad de los libros de texto. Después de décadas de Gobierno ininterrumpido de la derecha, eso fue todo lo que se les ocurrió. El programa que habían firmado ni por un momento se les ocurrió ponerlo en práctica. No hubo ninguna salida de Irak, ningún gesto que mostrase que un nuevo tiempo había comenzado y que había una clara voluntad política de transformación. No sabían qué hacer, pero sí sabían que lo que querían era sumarse a las elites, no contribuir a su renovación, a pesar de que, en ese terreno, aquí no ha habido ...

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¿Qué hizo el bipartito en sus cien primeros días?: ofrecer la gratuidad de los libros de texto. Después de décadas de Gobierno ininterrumpido de la derecha, eso fue todo lo que se les ocurrió. El programa que habían firmado ni por un momento se les ocurrió ponerlo en práctica. No hubo ninguna salida de Irak, ningún gesto que mostrase que un nuevo tiempo había comenzado y que había una clara voluntad política de transformación. No sabían qué hacer, pero sí sabían que lo que querían era sumarse a las elites, no contribuir a su renovación, a pesar de que, en ese terreno, aquí no ha habido novedad en el frente desde la Transición. Fraga y Francisco Vázquez -el ínclito socialista- lo dejaron todo atado y bien atado.

A diferencia de la actitud comedida del bipartito, Feijóo no se corta y cumple con su doctrina

Fueron blandos y acomodaticios. Touriño y Quintana, tal vez acomplejados, corrieron a hacerse las respectivas fotos con José Luis Méndez y Julio Gayoso, reconociendo en ellos al verdadero poder. El conselleiro de Industria, Fernando Blanco -militante de la, al parecer, tan temida UPG, partido que ahora quiere irse de rositas como si nada hubiera tenido que ver- siguió regando de dineros la prensa, en especial a La Voz de Galicia, periódico que no tuvo empacho, sin embargo, en hacer de la Cidade da Cultura un casus belli. El presidente, el vicepresidente y Francisco Rodríguez El Ausente reconocieron la geografía del poder al unísono.

No hubo regeneración democrática. No hubo Lei de CRTVG. La perversa relación del poder y la prensa se mantuvo en similares términos, pese a algún maquillaje. No hubo Lei de Caixas. A nadie -y desde luego no a ningún nacionalista- se le ocurrió nada que hacer en el terreno del idioma, luego tan baqueteado por la atmósfera histérica que Galicia Bilingüe supo crear, ayudada por La Voz y el Faro. Hasta en el terreno de la ordenación del territorio hubo más anuncios que realidades. La política trató, sobre todo, del AVE y las infraestructuras -es cierto que el Gobierno de Zapatero aumentó las dotaciones-. ¡ Oh, las delicias de no meterse en política!.

¿Qué ha hecho el PP desde el 1 de marzo?. Convencido de que Galicia es de derechas y de que todo gallego de última generación aspira a ser un pijo del Barrio de Salamanca -y tal vez tenga razón- procedió a la inmediata destrucción de todo lo que de bueno o malo había hecho el bipartito. A diferencia del comedimiento de sus antecesores, Núñez Feijóo no se cortó un pelo. Dio la orden de arrancar de raíz cualquier brote verde del bipartito. Apretó a fondo el acelerador de la histeria lingüística cocinando la libertad al gusto de Pío Moa y el Opus Dei. Las concesiones eólicas fueron impugnadas. La gratuidad de los libros de texto, anulada. Las peonadas de tarde en los hospitales, eliminadas.

Los grupos provida, contrarios a la Ley del Aborto, vieron aprobados sus puntos de vista en el Parlamento gallego -aquí la libertad no es bienvenida-. Los colegios católicos que separan niños y niñas recuperaron las subvenciones. La protección urbanística fue relajada a gusto de especuladores. Fueron concedidos nuevos permisos para canteras y piscifactorías que invaden terrenos de la Red Natura (en el colmo de la obsequiosidad a Pescanova se le dijo incluso que tal vez habría que indemnizarla, antes de que un juzgado pusiese los puntos sobre las íes ).

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No se puede decir que Feijóo no cumpla su programa. Si los puntos de vista de la nueva derecha derivan de una amalgama no siempre coherente entre la defensa del neonacionalismo español, los intereses de la Iglesia -los grupos provida y la patronal de los centros privados- y grandes dosis del mismo liberalismo anglosajón que nos acaba de llevar al borde del abismo, entonces no se pude decir que el nuevo presidente no cumpla con su doctrina. Dice un proverbio, no exento de cinismo, que se sabe que alguien tiene poder cuando abusa de él. La derecha, desde luego, ha hecho de estos cien días un ejercicio de ostentación de sus puntos de vista. Tal vez busca amedrentar a una izquierda y un nacionalismo que sabe flojos.

Ahora bien, más allá de la superficie, se detectan ciertas continuidades. No habrá Lei de CRTVG. Santiago Rey será, como siempre, generosamente recompensado. No habrá Lei de Caixas. La regeneración democrática continuará en el cajón. ¿Ahora bien, quiere esto decir que acierta el PP con esta actitud de golpeo y tentetieso?. No. Feijóo ha abierto simultáneamente muchos frentes. Y parece difícil que pueda prever su desarrollo. El control de los tiempos es más que probable que se le escape. Todo parece indicar que se van a judicializar las concesiones eólicas. La posible absorción o fusión de las caixas será un quebradero de cabeza. Y la cuestión del idioma es un avispero que va a tener inesperados efectos colaterales. La obligada austeridad tampoco ayudará: lo que el dinero podía tapar -la ineptitud de los gobiernos- quedará ahora más al descubierto.

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