Cartas al director

Probabilidad de fallo

Los fallos ocurren. Es una afirmación un tanto dura y cruel, sobre todo cuando se cumple un año de la catástrofe aérea de Spanair. La ingeniería tiene su probabilidad de fallo. De minimizarlo nos encargamos los ingenieros.

Las fábricas, las telecomunicaciones, los puentes, los reactores nucleares... todo, absolutamente todo, se calcula para una probabilidad de fallo (probabilidad, numérica, no posibilidad). Sin embargo, a menudo no nos damos cuenta de esta realidad, y cargamos tintas contra controladores, mecánicos de revisión, pilotos y un largo etcétera de personas a las que correspon...

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Los fallos ocurren. Es una afirmación un tanto dura y cruel, sobre todo cuando se cumple un año de la catástrofe aérea de Spanair. La ingeniería tiene su probabilidad de fallo. De minimizarlo nos encargamos los ingenieros.

Las fábricas, las telecomunicaciones, los puentes, los reactores nucleares... todo, absolutamente todo, se calcula para una probabilidad de fallo (probabilidad, numérica, no posibilidad). Sin embargo, a menudo no nos damos cuenta de esta realidad, y cargamos tintas contra controladores, mecánicos de revisión, pilotos y un largo etcétera de personas a las que corresponde la responsabilidad de la decisión de volar o no.

A pesar de todo, seguimos cometiendo los mismos fallos de siempre. Es posible que nunca sepamos el origen o la causa del accidente. Es el error en el que siempre incurrimos.

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La divulgación, a la opinión pública, de las decisiones adoptadas a posteriori en la investigación es la verdadera noticia, la que puede salvar las vidas de los 50, 100, 200 pasajeros que puede transportar un avión. Y no las familias de los más de 150 fallecidos en la catástrofe. Déjenlos en paz.

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