Crítica:cine

En un principio, fue el mal...

Hace 28 años, Isabelle Adjani recibió en el Festival de Cannes el premio a la mejor interpretación femenina por su labor en la académica Quartet, de James Ivory, y por el excesivo, histriónico pero inolvidable papel protagonista de La posesión, de Andrzej Zulawski. En cierto sentido, el premio recibido por Charlotte Gainsbourg en la pasada edición del certamen parece un eco del que en su día distinguió la labor de Adjani: ambos trabajos se sustentan en una entrega casi impúdica, en la exasperación del dolor y la liberación de pulsiones demoniacas, aunque el de Gainsbourg toca muc...

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Hace 28 años, Isabelle Adjani recibió en el Festival de Cannes el premio a la mejor interpretación femenina por su labor en la académica Quartet, de James Ivory, y por el excesivo, histriónico pero inolvidable papel protagonista de La posesión, de Andrzej Zulawski. En cierto sentido, el premio recibido por Charlotte Gainsbourg en la pasada edición del certamen parece un eco del que en su día distinguió la labor de Adjani: ambos trabajos se sustentan en una entrega casi impúdica, en la exasperación del dolor y la liberación de pulsiones demoniacas, aunque el de Gainsbourg toca muchas otras teclas.

Del mismo modo, La posesión podría verse como una extraña premonición de Anticristo: en los dos casos, autores de probada radicalidad aíslan y desmontan arquetipos, temas y situaciones del cine de terror para proponer agresivas alegorías sobre la naturaleza del Mal, esbozan teologías perversas. Podrían encontrarse otros precedentes a la propuesta de Lars von Trier, que es, sin duda, estudiada provocación, pero en ningún caso vacía o gratuita: la icónica navaja rasgando el ojo de Un perro andaluz (1929) encuentra su corolario -¿inevitable?- tanto en el muy formalista -casi exquisito- inserto porno que recibe al espectador en los primeros minutos como en el plano -brutal, casi insoportable- que, cerca del desenlace, corona el empeño del cineasta danés en pulverizar tabúes de representación.

ANTICRISTO

Dirección: Lars von Trier.

Intérpretes: Charlotte Gainsbourg, Willem Dafoe.

Género: terror. Dinamarca, 2009.

Duración: 109 minutos.

Quizás sería estimulante preguntarse qué pensaría Luis Buñuel de una película como Anticristo. O si tuvo ocasión de verla en Cannes Sam Raimi, cuya Posesión infernal (1981) parece aportar el modelo para desarmar el clímax de Anticristo. La airada reacción que espoleó la puesta de largo de la película en Cannes parece certificar el éxito de la maniobra provocadora, pero dejó fuera de plano la abrumadora belleza del resultado: tras sus modulaciones de una estética del despojamiento, von Trier elabora aquí un complejo tour de force formalista explotando, con la complicidad del operador Anthony Dod Mantle, las posibilidades de la cámara Phantom HD para alterar la velocidad de la imagen y esculpir una suerte de hiperrealidad onírica.

Claustrofóbico pulso entre dos actores dispuestos al salto sin red -Dafoe y Gainsbourg- en el espacio abstracto de la alegoría, Anticristo prefiere la ambigüedad antes de aclarar si su naturaleza es la de perverso mito fundacional para una creación demoniaca o indagación en el origen culpable de la fe, nacida como estrategia de supervivencia de la razón en un mundo caótico y sustentada en el exterminio de lo irracional. No es una película para todos los gustos, pero sí uno de los trabajos más desafiantes de un autor esencial, que coloca su arte en primera línea de fuego, único lugar posible para aspirar a la excelencia.

Gainsbourg y Dafoe, en el filme.

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