Crítica:FESTIVAL DE PERALADA

Canto a la testosterona fina

El Festival de Peralada clausuró su vigésima tercera edición con un recital en solitario, el primero de estas características en España, del tenor argentino José Cura, que actuó acompañado por la Orquestra Nacional Clàssica d'Andorra dirigida por su compatriota Mario de Rose.

El recital recorría los senderos del Verdi más di forza con fragmentos de Otello, uno de los personajes favoritos de Cura, y los del verismo con arias de ópera de Leoncavallo y Puccini.

Terminada la primera pieza, el Prólogo de Pagliacci, Cura se dirigió desde el escenario a la cabina de...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El Festival de Peralada clausuró su vigésima tercera edición con un recital en solitario, el primero de estas características en España, del tenor argentino José Cura, que actuó acompañado por la Orquestra Nacional Clàssica d'Andorra dirigida por su compatriota Mario de Rose.

El recital recorría los senderos del Verdi más di forza con fragmentos de Otello, uno de los personajes favoritos de Cura, y los del verismo con arias de ópera de Leoncavallo y Puccini.

Terminada la primera pieza, el Prólogo de Pagliacci, Cura se dirigió desde el escenario a la cabina de control pidiendo que dieran un poco de luz sobre el público pues según él, "un concierto es como una noche de amor y a mí no me gusta el amor con la luz apagada".

Más información

La perspectiva de pasar el resto de la velada siendo apasionadamente amado, aunque fuera colectivamente, por un apuesto tenor spinto argentino no dejaba de ser halagadora aunque ciertamente inquietante, pues el verismo es una de las formas de erotismo musical más eficaces pero menos refinadas, no se pierde en remilgos barrocos, alambicamientos straussianos ni refinamientos mozartianos; va al grano y por la línea del "aquí te canto, aquí te mato", apunta directamente al centro del placer y busca el orgasmo erótico-estético inmediato. Por eso, las óperas veristas son tan cortas.

El canto verista masculino es un canto "a la testosterona fina", muy tópicamente viril y fuerte, requiere un tenor aguerrido que no se encoja ante el agudo, que proyecte con fuerza por encima del acompañamiento orquestal y transmita al por mayor emociones arrasadoras. Cura da sobradísimamente la talla en todos estos aspectos y no tuvo ningún problema en despachar con brillantez un programa corto pero terriblemente exigente que incluía además de Dio, mi potevi scagliar y Ni un mi tema de Otello, que fue lo mejor de la noche, Vesti la giubba de Pagliacci, E lucevan le stelle de Tosca, Non piangere Liù de Turandot, Ch'ella mi creda libero, de La Fanciulla del west y Hai ben ragione de Il tabarro.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Cura, que en su propia página web es definido como "showman natural", es, además de un gran tenor, uno de esos seres que se encuentran a sus anchas en el escenario, lo posee y lo domina, le dice al público cuándo debe aplaudir y cuándo debe dejar de hacerlo, coquetea con la primera violonchelista y suple al director al frente de la orquesta, aunque ni así consiguió mejorar los resultados musicales, apenas discretos, de la orquesta andorrana.

Al final, tras tres bises, Addio fiorito asil de Madama Butterfly, una canción de Carlos Guastavino sobre texto de Quevedo y el inevitable Nessun dorma de Turandot, el tenor José Cura consiguió que los amados y amadas, saciados de amor, le despidieran puestos en pie y convencidos de que si el verismo no lo hubieran inventado los italianos lo habrían inventado los argentinos. Al fin y al cabo el tango también es "un retazo de vida".

Archivado En