Análisis:EL ACENTO

Paquirrín hiperreal

Francisco José Rivera Pantoja, Paquirrín, vive de salir en los medios de comunicación. Y no parece vivir mal. El otro día, en el programa DEC (antes, ¿Dónde estás, corazón?) de Antena 3, uno de los periodistas contaba que le prestaba dinero a cuenta de la próxima exclusiva. Haya o no haya noticia, Paquirrín por sí mismo las produce (reales o falsas, relevantes o intrascendentes). Así que conviene tenerlo agarrado. El domingo, esta vez en La Sexta, Paquirrín se estrenó como actor e interpretó un monólogo. Contó su propia historia, y explotó todos los tópicos y se rió con de...

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Francisco José Rivera Pantoja, Paquirrín, vive de salir en los medios de comunicación. Y no parece vivir mal. El otro día, en el programa DEC (antes, ¿Dónde estás, corazón?) de Antena 3, uno de los periodistas contaba que le prestaba dinero a cuenta de la próxima exclusiva. Haya o no haya noticia, Paquirrín por sí mismo las produce (reales o falsas, relevantes o intrascendentes). Así que conviene tenerlo agarrado. El domingo, esta vez en La Sexta, Paquirrín se estrenó como actor e interpretó un monólogo. Contó su propia historia, y explotó todos los tópicos y se rió con desparpajo de sí mismo. Resultado: más de 1,4 millones de espectadores.

Hace ya muchos años, el sociólogo francés Jean Baudrillard denunció que la realidad había muerto. Ya sólo existe lo que pasa en televisión, afirmaba, y lo que allí ocurre es hiperreal (más real que la propia realidad). De ilustrar de manera diáfana las enseñanzas del teórico se ocupan, sobre todo, los programas llamados del corazón. Suelen ocuparse de cuestiones que presentan como escandalosas, y lo que procuran es que haya unanimidad en la audiencia y que ésta se pronuncie sin paliativos: ¡qué barbaridad!

Ante los disparates que se ventilan en los platós, el público se carga de razón. En el debate sobre las andanzas de Paquirrín, por ejemplo, se discutieron asuntos de fuste. Que si los malos son los periodistas por crear un monstruo comprándole sus noticias. Que si el malo es el muchacho por aprovecharse de la fama de los suyos y trajinarla por los medios a cambio de dinerales. Que si la mala fue, en realidad, la responsable de su educación, por haberla descuidado. Una tontería tras otra.

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Todos asisten deslumbrados ante la magnitud del escándalo. Lo más curioso del asunto es que todas esas barbaridades (vago, aprovechado, de vida disipada) que se le atribuyeron a Paquirrín en el debate sobre su conducta poco ejemplar, él mismo las asumió con soltura en su monólogo como si fueran ejemplares. Se hizo, de esa manera, más real que la propia realidad, hiperreal: terminó solo, como abandonado por los buitres de los medios. O como si fuera él el que riera en último lugar. Sea lo que sea, lo único que importa es que el espectáculo continúe.

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