Necrológica:'IN MEMÓRIAM'

Antonio Ruano, editor hispanomexicano

Antonio Ruano, que falleció el 8 de julio en su domicilio de México DF, ha sido uno de los notables editores que han contribuido a construir un espacio común iberoamericano a través de los libros.

Nacido en Madrid en 1930, en el castizo barrio de Las Vistillas, entre el palacio de Oriente y San Francisco el Grande, pasó ahí su infancia y primera juventud, con la Guerra Civil y la difícil postguerra como fondo. Desde 1958, es decir, a lo largo de casi 50 años, desarrolló una fructífera actividad profesional y creó una amplia familia en México. Un hispanomexicano, pues, y aunque su viaje ...

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Antonio Ruano, que falleció el 8 de julio en su domicilio de México DF, ha sido uno de los notables editores que han contribuido a construir un espacio común iberoamericano a través de los libros.

Nacido en Madrid en 1930, en el castizo barrio de Las Vistillas, entre el palacio de Oriente y San Francisco el Grande, pasó ahí su infancia y primera juventud, con la Guerra Civil y la difícil postguerra como fondo. Desde 1958, es decir, a lo largo de casi 50 años, desarrolló una fructífera actividad profesional y creó una amplia familia en México. Un hispanomexicano, pues, y aunque su viaje no fuera el de los exiliados, las circunstancias históricas del exilio marcaron su trayectoria. El padre, republicano, pasó en las cárceles franquistas varios años de la infancia de Toni, que con 14 años comenzó a trabajar en la editorial Aguilar, en el entonces moderno edificio de la calle de Juan Bravo, cabecera de una potente industria de vocación iberoamericana, escuela de formación de profesionales del libro también, y quizá por todo ello, lugar que no rechazaba a españoles que habían estado comprometidos con la República.

A mediados de los ochenta pasó a la gerencia del grupo Santillana-Aguilar

Las dificultades que creaba la censura de libros de la época animaron a don Manuel Aguilar a ofrecer al joven Antonio Ruano, entonces ya un prometedor experto en producción editorial, a que se incorporase a su filial mexicana para editar allí las obras que no podían ser publicadas en España. Acepta ilusionado, se casa con Mari , el pilar de su vida entera, y viaja primero él -visado en Lisboa, escalas en Azores y La Habana, y 48 horas después, el impacto de Ciudad de México- al que habría de ser el definitivo escenario de su vida.

Conoció, aprendió y se enamoró de México. Conservaba con mimo todas las ediciones de Aguilar -su pasión profesional- y citaba con especial satisfacción los tres volúmenes que preparó de La novela de la revolución mexicana. Pasó a ser gerente general de la ya importante Aguilar Mexicana. Nacieron sus cuatro hijos, mexicanos, tres hijas y un hijo, dos de los cuales han continuado la tradición editorial del padre.

A mediados de los ochenta Aguilar se incorpora al Grupo Santillana. Ruano había mantenido aquella empresa con un alto nivel de actividad y prestigio en medio de las dificultades de la matriz, tras la crisis latinoamericana de los primeros años ochenta. Con su experiencia no fue difícil integrar la operación -Santillana y Aguilar eran curiosamente vecinas, ocupando edificios contiguos en la avenida de la Universidad- y en ese momento pasó a ocupar la presidencia de nuestro grupo en México. Durante más de 20 años ha sido un puente integrador entre los distintos elementos que definen el trabajo editorial, la vieja cultura y las nuevas fórmulas, la identidad cultural mexicana y la perspectiva iberoamericana, y sobre todo, la experiencia que él representaba y los jóvenes y nuevos cuadros que se fueron incorporando a una realidad empresarial que en esos años conoció un extraordinario desarrollo.

Era una figura muy respetada en los medios profesionales, por su trabajo y por la contribución al papel institucional de la edición. En dos ocasiones presidió la Cámara de la Industria Editorial Mexicana. Tenía diversas condecoraciones, tanto de México como de España. (la Orden de Isabel la Católica le fue impuesta en la Embajada de España en México hace pocos años). Fiel amigo, comprometido con su profesión, de lealtades firmes, formaba con Mari, además, un tándem chispeante y de extraordinaria amenidad. Veo el volumen de la Historia del exilio español que me regaló hace muchos años y recuerdo la anécdota con que lo acompañó. El 14 de abril de 1931 -me dijo- mi padre fue el primero que trepó al balcón de la sede de Gobernación, en la Puerta del Sol madrileña, para colgar la bandera republicana. ¡Qué ocurrencia, añadía mi madre, podía haberse matado..! Así te recordamos tus colegas y amigos, Toni, con tu humor y bonhomía; con las certezas de tus raíces, trabajo y afectos.

Emiliano Martínez es presidente del Grupo Santillana.

Antonio Ruano.

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