El rupturista nuevo hombre fuerte del Teatro Real, Gérard Mortier, ha elegido para despedirse de la Ópera de París -fiel a su estilo nada timorato- una obra fuera de lo común: una ópera "que no es una ópera", según explica, en la que nadie canta, para empezar, y que une el argumento y la escenografía gris y apocalíptica llena de ceniza y arena del pintor y escultor Anselm Kiefer con los versículos de los profetas Isaías y Jeremías describiendo un universo en ruinas.
Dos estrellas planetarias en el cruce de caminos entre el jazz y la música clásica. Cuatro mil personas unidas en una estruendosa ovación bajo el techo del inmenso Auditorio Stravinski, en una de esas noches especiales a las que el Festival de Jazz de Montreux tiene ya habituado al respetable: nada menos que el estreno mundial del proyecto que une por vez primera a los pianistas Herbie Hancock y Lang Lang.
CATALINA SERRA | Barcelona
Las fotos de guerra de él y la primera retrospectiva de ella llegan a Barcelona
JOSÉ LUIS MERINO | Pamplona