Crítica:TEATRO

El gusto de las variedades

¡Por fin le han dado al Price un aspecto acogedor! Ahora, con el techo rebajado y el inmenso graderío recortado a la mitad, parece un circo familiar o un cabaré íntimo: las distancias entre artistas y público son más cortas, y el ambiente, más cálido. Justo lo que necesita Pasión sin puñales, un espectáculo de variedades con números muy bien escogidos de circo y de cabaré, llevados en volandas por la camaleónica orquesta del Price, que se acomoda a cada artista como si llevara toda la vida con él.

No es un espectáculo de autor, aunque Xavier Albertí firme la dirección: su trabajo...

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¡Por fin le han dado al Price un aspecto acogedor! Ahora, con el techo rebajado y el inmenso graderío recortado a la mitad, parece un circo familiar o un cabaré íntimo: las distancias entre artistas y público son más cortas, y el ambiente, más cálido. Justo lo que necesita Pasión sin puñales, un espectáculo de variedades con números muy bien escogidos de circo y de cabaré, llevados en volandas por la camaleónica orquesta del Price, que se acomoda a cada artista como si llevara toda la vida con él.

No es un espectáculo de autor, aunque Xavier Albertí firme la dirección: su trabajo no se ve. Aquí lo sustantivo es la pericia de los intérpretes: alguno concilia disciplinas antitéticas. Vean, sino, a Mercedes Chenard cantando cabeza abajo, hecha un ocho y mientras hace un puente en lomo de asno que ya lo quisieran en Martorell: es una cantante contorsionista excepcional. Vean también a Aurelia Cats, contorsionista y trapecista de una sola vez. El número de acrobacia cómica del trío Zahir Circo va a 1.000 por hora, y el streptease de la norteamericana Catherine D?Lish, voluptuosa hasta decir basta, es una alegoría de la abundancia bien repartida.

PASIÓN SIN PUÑALES

Dirección escénica: Xavier Albertí. Intérpretes: Astrid Hadad, Ángel Pavlovsky, Aurelia Cats, Javivi, Zahir Circo, Mercedes Chenard, Catherine D'Lish, Mozes. Madrid. Circo Price. Hasta el 1 de agosto.

En este contexto, Astrid Hadad pone con sus comentarios y sus corridos un contrapunto político, ácido y humorístico. Pavlovski echa el cierre con un número que, por su longitud, nos lleva a otro lugar: al show de Ángel Pavlovski. Más que las intervenciones de Javivi, metidas a capón, cohesionan el espectáculo la luz de Juanjo Beloki y la escenografía de Miguel Brayda.

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