Crítica:

Entre tinieblas, bolero

Aupado por la crítica militante ultramoderna, Emio Greco (Brindisi, 1965) pasó por la compañía de Jan Fabre y por las influencias severas de William Forsythe; se encontró en 1995 con Scholten y ya en tandem se embarcaron en peregrinas aventuras de diversos formatos (una de ellas, sobre La divina comedia de Dante, calificado por Le Monde en 2008 como "danse classique hystérisée", donde casi siempre el desafío iba más por lo estético que por lo coréutico; es el efectismo de laboratorio que asola la escena de danza en todo el orbe globalizado. Las dos obras vistas anoche en La Villa...

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Aupado por la crítica militante ultramoderna, Emio Greco (Brindisi, 1965) pasó por la compañía de Jan Fabre y por las influencias severas de William Forsythe; se encontró en 1995 con Scholten y ya en tandem se embarcaron en peregrinas aventuras de diversos formatos (una de ellas, sobre La divina comedia de Dante, calificado por Le Monde en 2008 como "danse classique hystérisée", donde casi siempre el desafío iba más por lo estético que por lo coréutico; es el efectismo de laboratorio que asola la escena de danza en todo el orbe globalizado. Las dos obras vistas anoche en La Villa, son de 1998 y corresponden con esa etapa rupturista, nada amable, introspectiva y hasta narcisista.

Emio Greco/PC

One & two. Coreografía, luces y sonido: Emio Greco y Pieter C. Scholten; diseño de luces: Henk Danner; vestuario: Clifford Portier. En el Teatro Fernán Gómez (Plaza de Colón). 12 de junio.

No es fácil entrar en la lectura ni en la atmósfera que proponen estos creadores, donde las tipologías del ballet son sometidas a una deflagración constante y no siempre justificada. Sobre los estándares de la deconstrucción establecida y trillada, el solo y el dúo basculan de lo espasmódico a lo sincronizado, que parece ser la baza teórica que se juega, y en ambas, el crescendo da la componente teatral reforzada por la geometría luminotécnica. Pensemos que Ravel compuso Bolero por encargo y pensando en el cadente solo de una bailarina sobre una mesa, pero no es de recibo que no le cite en los créditos.

Tanto Victor Callens como Neda Hadji-Mirzaei, bailarines del dúo, ofrecen meritoria concentración y se entregan a una contabilidad tenebrista llena de interrogantes y de baches, que no vacíos, algo que en ballet contemporáneo ya tiene carta de naturalización.

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