OPINIÓN

El ánimo de votar

1. Utilizar la estrategia de la crispación suele favorecer más a la derecha que a la izquierda porque son los votantes de esta última los que más se abstienen cuando resultan abrumados por el griterío. A no ser que quien la practique se pase de graduación y asuste tanto que movilice al contrario. Eso fue lo que le ocurrió al PP en las elecciones generales de 2008, con los resultados que ya se conocen: gobiernan los socialistas. Veremos lo que ocurre hoy.

2. Lo peor -y es difícil escogerlo- de la campaña de los dos grandes partidos ha sido la permanente y mutua deslegitimac...

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1. Utilizar la estrategia de la crispación suele favorecer más a la derecha que a la izquierda porque son los votantes de esta última los que más se abstienen cuando resultan abrumados por el griterío. A no ser que quien la practique se pase de graduación y asuste tanto que movilice al contrario. Eso fue lo que le ocurrió al PP en las elecciones generales de 2008, con los resultados que ya se conocen: gobiernan los socialistas. Veremos lo que ocurre hoy.

2. Lo peor -y es difícil escogerlo- de la campaña de los dos grandes partidos ha sido la permanente y mutua deslegitimación al acusarse de mentir sistemáticamente. Si los dirigentes del PSOE y del PP fuesen mentirosos compulsivos, como dicen los unos de los otros, la respuesta más democrática sería no votarlos. En este sentido, el resultado de la campaña ha favorecido la abstención, no la participación.

La campaña se cierra con los espeluznantes datos sobre la caída de la economía europea, el doble que la de EE UU

3. De los tres debates televisados (dos entre los cabezas de lista del PSOE y el PP, y el tercero entre los representantes de los cinco partidos o coaliciones con presencia en el Parlamento Europeo), el mejor, con mucho, fue el tercero, ya que al disponer del mismo tiempo cada interlocutor, por mucho que Luis de Grandes (PP) pretendiese que la discusión se centrase en los asuntos locales, el resto de las intervenciones volvían a Europa y su futuro, y las posiciones fueron suficientemente nítidas para que el espectador pudiese elegir.

4. Los problemas que padece la UE son de dos tipos, institucionales y económicos. Los primeros son tan abstrusos que resultan casi incompatibles con la atención ciudadana; los segundos, en cambio, afectan a su calidad de vida y a su bienestar. La campaña se cierra con los espeluznantes últimos datos de la oficina de estadísticas de la Comisión. En el primer trimestre de 2009, la caída interanual de la economía de los 27 países de la UE ha sido del 4,5%, con fuertes decrecimientos en el consumo privado, la inversión y las exportaciones. Este porcentaje, entre otros, avala el hecho histórico de que Europa está en la peor coyuntura desde la II Guerra Mundial. Alemania, cuyo PIB es el 40% del conjunto de la zona y por lo tanto su locomotora económica, ha visto retroceder su PIB casi un 7% (-6,9%). Es difícil responder si la economía europea ha tocado fondo o no pero, en cualquier caso, está retrocediendo al doble de ritmo que Estados Unidos.

Frente a ello, la política económica dominante tiene dos componentes básicos: saneamiento del sector financiero y estímulo a la economía real con las muletas de la inversión pública. La aplican gobiernos de todo signo: en Francia y Alemania, gabinetes conservadores o de coalición; en Gran Bretaña y España, gobiernos laboristas y socialistas. El PP, más allá de la consigna de un cambio radical de la política económica, no ha comparecido frente a estos problemas. Esa ausencia, cada vez más clamorosa, se la echan en cara algunos de los sectores sociológicos más cercanos a la derecha española.

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