Análisis:Cosa de dos

Mínimos

La democracia parlamentaria es, a día de hoy, el sistema político más ineficiente de todos cuantos se han inventado. Por otro lado, es el único sistema tolerable. Entendemos, pues, que se trata de un juego de mínimos.

La Unión Europea no es un gigante burocrático (tiene más funcionarios el Ayuntamiento de Madrid) ni una maquinaria ineficiente; en realidad, ésa es la parte que funciona. Lo que no funciona es la política. Quizá porque no ha lugar: hubo ese espejismo, a finales de los ochenta, en el que pareció que el proyecto europeo llevaba a la integración; luego se volvió a la vocación...

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La democracia parlamentaria es, a día de hoy, el sistema político más ineficiente de todos cuantos se han inventado. Por otro lado, es el único sistema tolerable. Entendemos, pues, que se trata de un juego de mínimos.

La Unión Europea no es un gigante burocrático (tiene más funcionarios el Ayuntamiento de Madrid) ni una maquinaria ineficiente; en realidad, ésa es la parte que funciona. Lo que no funciona es la política. Quizá porque no ha lugar: hubo ese espejismo, a finales de los ochenta, en el que pareció que el proyecto europeo llevaba a la integración; luego se volvió a la vocación de origen, consistente en evitar la enésima guerra entre las potencias continentales. El objetivo no consiste en crear una gran república de ciudadanos civilizados y satisfechos, sino en mantener a raya los fantasmas del pasado. Aspiración fundamental, y a la vez mínima.

No debe extrañar la impotencia política europea. Se demuestra cada vez que hace falta: ante la guerra balcánica o ante la presente crisis, como, en otro tiempo, ante los misiles contrapuestos de las superpotencias o las agresiones soviéticas a sus países "amigos". Nada nuevo. Mientras las botas prusianas se mantengan alejadas de París, el sistema cumple. Si encima saca de vez en cuando una ley contra el tabaco, o impone una multa a algún monopolio, pues mejor.

Dentro de ese objetivo de mínimos, la publicidad electoral encaja la mar de bien. ¿Alguien tiene un plan interesante? No, ¿verdad? En ese caso, sólo quedan dos opciones propagandísticas: la sonrisa o el gruñido. Sin duda, más apropiado el gruñido. Ese anuncio socialista, por ejemplo, que nos pone casi en la antesala de la guerra. Sólo le falta señalar a la derecha como culpable de Auschwitz, aunque se sobrentiende. Lamento que el PP tienda a decantarse por lo pánfilo: lo suyo sería juntar unas imágenes del gulag y televisarlas. Esos mensajes nos permiten recordar que éste es un juego de mínimos, y que debemos conformarnos con un solo premio: que no se cumplan las amenazas que los propios políticos nos susurran desde la pantalla. Es decir, que esto no vuelva a ser un desastre.

Para la política, los entusiasmos, la acción y esas cosas, ya están los americanos.

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