Carta para los nonagenarios
Tengo noventa años y parece que estoy parado en un camino sin nombre. Veo pasar un tren que va a una estación desconocida y a la vez siento nostalgia del pasado que viví y también del que no viví. Sólo el pasado y el futuro son mi realidad.
Veo el fruto de ayer convertido en mermelada encerrada en una lata de metal. Pregunto: ¿Por qué cantan las aguas de los ríos? ¿Por qué la música de Beethoven es amarilla? ¿Seguiremos con la crisis económica y con el drama del paro? ¿Seguiremos cambiando de nombre a las calles y plazas?
Son preguntas sin respuesta hoy, y relativizo su importanc...
Tengo noventa años y parece que estoy parado en un camino sin nombre. Veo pasar un tren que va a una estación desconocida y a la vez siento nostalgia del pasado que viví y también del que no viví. Sólo el pasado y el futuro son mi realidad.
Veo el fruto de ayer convertido en mermelada encerrada en una lata de metal. Pregunto: ¿Por qué cantan las aguas de los ríos? ¿Por qué la música de Beethoven es amarilla? ¿Seguiremos con la crisis económica y con el drama del paro? ¿Seguiremos cambiando de nombre a las calles y plazas?
Son preguntas sin respuesta hoy, y relativizo su importancia; ahora percibo que lo importante es ¿qué sucederá si yo no llego a los cien años.