Reportaje:MUCHA CALLE

Arte moderno en viejas paredes

La iglesia más antigua de Madrid cuelga un cuadro conceptual de la Resurrección

Fray Andrés, miembro de la orden de los Servitas, pasea delante de La Magdalena, una lánguida representación del Siglo XVII, con un perro que se llama Gus sobre el antebrazo. Los collares de cuentas se balancean en el cuello y las muñecas de Fray Andrés mientras su imagen se refleja en el cristal que, ex profeso, cubre las líneas rectas, el trazo contemporáneo de Sepulcro vacío, obra concluida en el verano de 2007 por Rafael Alemañ (Alicante, 1967). El cuadro, geométrico, está justo debajo de La Magdalena, cerca de una de las puertas de la iglesia de San Nicolás de Bari, d...

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Fray Andrés, miembro de la orden de los Servitas, pasea delante de La Magdalena, una lánguida representación del Siglo XVII, con un perro que se llama Gus sobre el antebrazo. Los collares de cuentas se balancean en el cuello y las muñecas de Fray Andrés mientras su imagen se refleja en el cristal que, ex profeso, cubre las líneas rectas, el trazo contemporáneo de Sepulcro vacío, obra concluida en el verano de 2007 por Rafael Alemañ (Alicante, 1967). El cuadro, geométrico, está justo debajo de La Magdalena, cerca de una de las puertas de la iglesia de San Nicolás de Bari, de 1202, la más antigua de Madrid.

Fray Javier, de vestimenta más clásica y mayor que Fray Andrés, permanece en otra habitación, extremo de la cruz que configura la planta del templo. Un campanario mudéjar, monumento nacional desde 1931, que ya figuraba en el fuero madrileño como parroquia en el 1202, unos 10 años antes de la batalla de Las Navas de Tolosa. Bajo el suelo, en una intrincada cripta, yace Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial.

Uno de los frailes pasea frente al cuadro con un perrito en el brazo
En una cripta yace el arquitecto de El Escorial Juan de Herrera

Y encima, ahora, la obra de Alemañ. Una representación, bastante conceptual, de la resurrección de Jesús que es una de las "poquísimas" muestras de arte contemporáneo que se alojan en los lugares de culto madrileño, según el magisterio del ex fraile y experto en arte Agustín Julián, que sentencia: "En Roma y en algunas iglesias francesas es más común, pero en España es muy raro, con la excepción de lo que pintó Kiko Argüello en La Almudena". Argüello es el líder de una fracción ultracatólica llamada Movimiento Neocatecumenal.

El cuadro del artista alicantino, ajeno a cualquier activismo religioso, llegó hasta las paredes de la iglesia por la complicidad de Rafael Alemañ y Fray Javier. El pintor -licenciado en Bellas Artes, profesor de arte y dibujo y que también ha participado en diversos experimentos de imbricar la pintura junto a textos de algunos poetas- era "muy poco dado a las iglesias hasta hace poco", según revela. Pero se casó en esta parroquia y admira las homilías del fraile, que "mezcla poesía, filosofía y profundidad". Un sacerdote que despliega ante sus feligreses versos del italiano Pier Paolo Pasolini, por ejemplo.

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El cuadro pasó de un cuaderno de dibujo a un lienzo de cerca de dos metros que se fue gestando en una buhardilla próxima a la Puerta del Sol. "Nos cambiamos de casa y al final lo único que quedó allí fue el cuadro, lo último en salir". Una operación, la de salida, que fue la que dictó las dimensiones de la obra. "Lo hice todo lo grande que se podía para que cupiese por la diagonal de la puerta de la casa".

Junto al cuadro, en la bóveda de la iglesia, había una pequeña cartela explicativa. Pero la arrancaron. "No sabemos quién fue", se encoge de hombros el pintor, que reconoce que esa extensión de la pintura es necesaria para comprenderla. Todo el lienzo es un sepulcro, el de Jesús, vacío. Ya no está y del interior emana la luz. Es, pues, una obra religiosa. Y como cualquier cuadro que se ha introducido en una iglesia ha pasado por un ritual. "El sacerdote dice unas palabras y después hace la señal de la cruz", explica el artista. Así, el cuadro queda bendecido y se puede proceder a colgarlo en las paredes, cerca de los confesionarios.

Los feligreses, bastante mayores en general, están contentos con su nueva imagen religiosa. Algunos no la entienden mucho, dicen, pero la ven bonita. Otros, como el fraile Salvador, hermano lego de la iglesia de casi ochenta años, le han ido cogiendo el gusto: "Ya lo voy cogiendo", decía tomando distancia.

Rafael Alemañ no ha cobrado nada por el cuadro. "Fue muy emocionante estar ahí, sentado en un banco de la iglesia y saber que hay una obra tuya expuesta en el muro de al lado". Sencillamente, la donó. "Quería que el arte tuviera un destino, no que viajase a través de una galería a no se sabe dónde".

Y ha tenido su lugar. Una pared de la que, seguramente, fue una mezquita musulmana y rodeado de decenas de imágenes que datan desde el XVII y muestran cristos dolientes.

Rafael Alemañ posa delante de su obra en San Nicolás, la iglesia más antigua de Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

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