Reportaje:Masters de Augusta

Cabrera devuelve la gloria a Argentina

'El Pato' gana su primera chaqueta verde en un desempate con los estadounidenses Perry y Campbell

Hay deportistas que conocen la gloria desde la cuna, grandes estrellas con trato de dioses. Tiger Woods es el ejemplo. Algunos luchan toda su carrera por un instante mágico que nunca llega. Y quién mejor que Kenny Perry, el héroe trágico al que ayer se le esfumó la oportunidad de su vida. Y otros encuentran el éxito en la confortable madurez, caso de Ángel Cabrera, el jugador argentino que ganó el Masters de Augusta y saldó una deuda histórica con su país: hace 41 años, su compatriota Roberto di Vicenzo perdió sus opciones de luchar por el saco verde -como llaman en Argentina a la chaqueta del...

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Hay deportistas que conocen la gloria desde la cuna, grandes estrellas con trato de dioses. Tiger Woods es el ejemplo. Algunos luchan toda su carrera por un instante mágico que nunca llega. Y quién mejor que Kenny Perry, el héroe trágico al que ayer se le esfumó la oportunidad de su vida. Y otros encuentran el éxito en la confortable madurez, caso de Ángel Cabrera, el jugador argentino que ganó el Masters de Augusta y saldó una deuda histórica con su país: hace 41 años, su compatriota Roberto di Vicenzo perdió sus opciones de luchar por el saco verde -como llaman en Argentina a la chaqueta del ganador- por un error de otro jugador en la anotación de los golpes en su tarjeta.

Cabrera, El Pato, se impuso a Perry y Chad Campbell en un triple desempate después de acabar la jornada con 276 golpes y consiguió el segundo grande de su carrera tras el Open de Estados Unidos de 2007 -curiosamente, sus dos únicas victorias norteamericanas han sido en dos majors)-. Cabrera simboliza la casi extinta estirpe del caddie convertido en jugador, un hombre a quien tuvieron que dejar dinero para jugar al golf, que apenas sabe inglés, un ancla con los jugadores del pasado en la época de los golfistas de laboratorio. El paraíso para Cabrera y el infierno para Perry, que lo tuvo todo y se quedó sin nada, sin victoria y sin historia, puesto que su triunfo le habría consagrado a los 48 años como el ganador más veterano en Augusta, superando a Jack Nicklaus, que ganó en 1986 con 46, y el jugador de más edad en levantar un grande. Todo, después de una guerra de titanes, quedó colgando de un hilo en el desempate. Fue la quinta vez en la historia en que el Masters se decidió en un playoff entre tres jugadores (Severiano Ballesteros y Greg Norman perdieron en 1987 frente a Larry Mize).

Segundo 'grande' para uno de los últimos representantes de la escuela de los 'caddies'

Augusta rugió como un estadio de fútbol en una última jornada maravillosa. En cada rincón del campo resonaban los vítores aclamando a unos luchadores incansables. Woods y Phil Mickelson convirtieron su duelo en un monumento al golf, ambos detrás de una remontada de leyenda. El zurdo Mickelson voló en los primeros nueve hoyos y sus 30 golpes igualaron la marca más baja del torneo. Y Woods trepó después de un mal inicio para ponerse a su altura. Ambos demostraron que, hoy por hoy, el golf tiene dos números uno y que sus perseguidores juegan en otra Liga. Su batalla fue de hemeroteca. En el hoyo 15, un par-5, Woods dejó su bola a cuatro metros con el segundo golpe y la gente enloqueció. Mickelson la puso a un metro y fue el no va más. Claro que luego ambos acabaron la jornada enredados, exprimidos por el esfuerzo titánico. Woods dejó la marca de su bola en un árbol y Mickelson la huella de sus pisadas en un bunker. Ninguno se merecía un final así.

Cuando los dos gigantes entregaron la tarjeta entre la histeria general, todos miraron a Perry. En sus curtidas manos estaba la gloria, pero las muñecas le temblaron y manchó con dos bogeys un día histórico. En la eliminatoria final, a muerte súbita, nadie eludió la taquicardia. Primero, en el hoyo 18, se descolgó Campbell, que se había quedado frío. Y luego Perry naufragó en el 10 ante la fe de Cabrera.

El Masters, en cualquier caso, frustró la revolución juvenil. Mientras el golf esperaba el golpe de estado de los jovencitos, como Woods hace una década, como prometía también Sergio García, los abuelos del circuito defendieron con uñas y dientes su trono. Los veinteañeros, a tomar nota. Para quitar de en medio a gente con tantas cicatrices hace falta mucho más que un drive potente y una agencia de representación. Como dijo Miguel Ángel Jiménez, que siempre tiene a punto una frase de sabio: "Aún se respetan las canas".

Clasificación final: 1. Á. Cabrera (Arg.), 276 golpes (12 bajo par), ganador en el segundo hoyo del desempate. 2. K. Perry (EE UU) y Ch. Campbell (EE UU), 276. 4. S. Katayama (Jap.), 278. 5. Ph. Mickelson (EE UU), 279. 6. T. Woods (EE UU), J. Merrick (EE UU), S. Flesch (EE UU) y S. Stricker (EE UU), 280. 38. S. García, 289. 46. M. Á. Jiménez, 294.

Ángel Cabrera saca la pelota de una trampa de arena durante el último recorrido.AFP

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