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El chico nuevo del barrio

En cualquier mercado, la entrada de un comprador con una reserva ilimitada de efectivo pone nerviosos a los jugadores de siempre. En el mercado británico de deuda pública, ese nerviosismo adoptaba el miércoles una forma concreta: la fallida subasta de 1.750 millones de libras de bonos del Estado a 40 años. Por lo general, las pujas son mucho mayores que la cantidad ofrecida. Esta vez se quedaron 123 millones de libras por debajo.

Un tropezón no supone una calamidad para el Gobierno británico. Habrá otras muchas subastas, y aunque algunos compradores privados se queden al margen, el Banc...

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En cualquier mercado, la entrada de un comprador con una reserva ilimitada de efectivo pone nerviosos a los jugadores de siempre. En el mercado británico de deuda pública, ese nerviosismo adoptaba el miércoles una forma concreta: la fallida subasta de 1.750 millones de libras de bonos del Estado a 40 años. Por lo general, las pujas son mucho mayores que la cantidad ofrecida. Esta vez se quedaron 123 millones de libras por debajo.

Un tropezón no supone una calamidad para el Gobierno británico. Habrá otras muchas subastas, y aunque algunos compradores privados se queden al margen, el Banco de Inglaterra ha prometido comprar en gran cantidad.

Aun así, los inversores en deuda pública tienen mucho de lo que preocuparse. Técnicamente, la presencia del Banco de Inglaterra es perturbadora. El banco central sólo compra bonos con un vencimiento entre 5 y 25 años. Los inversores pueden pensar que los precios de los bonos con vencimientos superiores -que no están siendo adquiridos por el actor principal del mercado- tienen menos probabilidades de subir. Pero puede que lo que más preocupe sea el valor futuro de estos bonos. Reino Unido podría encontrarse en un caos monetario mucho antes de que venzan, en 2049.

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Supongamos que las recientes señales económicas ligeramente positivas -los empresarios alemanes se muestran menos pesimistas y la venta de viviendas en Estados Unidos ha aumentado en febrero- dan a entender que lo peor ya ha pasado. Entonces es posible que la combinación de déficit público británico -que está previsto que alcance el 11% del PIB- y el aluvión de dinero gratis no sólo estimule la economía, sino que también provoque un brote de inflación. Sería terrible para los propietarios de bonos.

Pero supongamos que esas señales sólo indican una ralentización del declive económico. Entonces es probable que la oferta de bonos del Tesoro siga ampliándose, quizá hasta que sólo el banco central esté dispuesto a comprarlos. Eso daría pie a la inflación, una crisis monetaria o cualquier otro caos de grandes dimensiones.

El mercado británico de deuda pública se ha vuelto más peligroso y es probable que siga así.