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Revistas 'pequeñas' para tiempos difíciles

En el fragor del debate sobre la muerte del papel, la exposición Muntar/grapar/plegar. L'arquitectura radical de les 'little magazines' 196X-197X, que puede verse en el Disseny Hub Barcelona, zanja la polémica. Porque como dice Beatriz Colomina, la comisaria de la muestra, "en tiempos de crisis, la arquitectura se traslada al papel".

Colomina, profesora de Historia y Teoría de la Arquitectura en la Universidad de Princeton, ha conseguido reunir una sorprendente muestra de la generosa producción de papel impreso de los jóvenes arquitectos de las décadas de los sesenta y los setent...

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En el fragor del debate sobre la muerte del papel, la exposición Muntar/grapar/plegar. L'arquitectura radical de les 'little magazines' 196X-197X, que puede verse en el Disseny Hub Barcelona, zanja la polémica. Porque como dice Beatriz Colomina, la comisaria de la muestra, "en tiempos de crisis, la arquitectura se traslada al papel".

Colomina, profesora de Historia y Teoría de la Arquitectura en la Universidad de Princeton, ha conseguido reunir una sorprendente muestra de la generosa producción de papel impreso de los jóvenes arquitectos de las décadas de los sesenta y los setenta.

Más de 70 publicaciones, entre las que destacan Archigram, BAU, Carrer de la Ciutat, CAU, Clip-Kit, Nueva Forma, Casabella, Form, Japan Architect, Megascope, AAQ, Contropiano o Arquitecturas Bis, por citar algunas, e incluso la clandestina Revista de Arquitectura del PSUC, editada por los comunistas catalanes, muestran a las claras la vitalidad creativa de aquellos años, en los que construir no era precisamente fácil para los jóvenes arquitectos.

Coincidiendo con la exposición, el Colegio de Arquitectos organizó una velada de little conferencias de algunos de los protagonistas de aquellos experimentos como Peter Eisenman, Oriol Bohigas, Rafael Moneo, Hans Hollein, Chip Lord, Peter Cook o el inclasificable Prada Poole.

Einsemman, el alma de BAU, describió impecablemente la permanente contaminación en que vivía la arquitectura con las artes, con la moda; la fascinación crítica con Estados Unidos, y las ideas alucinadas que cabían en las páginas de BAU, como la que concedía condición de arquitectura a la droga, por su capacidad de variar la percepción de los espacios.

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