Columna

Naranjos en flor

Al mismo tiempo que salen del armario los trajes regalados a los políticos, descubrimos también los cajones de la ropa interior. Es un revival del destape de los 70. De aquella, un Franco agonizante veía (cuando no le cegaba el flash de la cámara de su yerno en el hospital) cómo las cabareteras españolas enseñaban el búlgaro, que es un idioma que no se aprendía en la Sección Femenina de Falange. Esta nueva ola de erotismo que nos invade, por su parte, nos desnuda la capacidad cerebral de los que se mueven a medio camino entre los negocios vinculados a políticos y el organigrama de la T.I.A., l...

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Al mismo tiempo que salen del armario los trajes regalados a los políticos, descubrimos también los cajones de la ropa interior. Es un revival del destape de los 70. De aquella, un Franco agonizante veía (cuando no le cegaba el flash de la cámara de su yerno en el hospital) cómo las cabareteras españolas enseñaban el búlgaro, que es un idioma que no se aprendía en la Sección Femenina de Falange. Esta nueva ola de erotismo que nos invade, por su parte, nos desnuda la capacidad cerebral de los que se mueven a medio camino entre los negocios vinculados a políticos y el organigrama de la T.I.A., los Técnicos de Investigación Aero-terráquea de Ibañez a los que pertenecían Mortadelo y Filemón. Nos falta recuperar a Desmadre 75, reconvertidos en Desmadre 09, cantando Saca el güisqui cheli y ya tenemos el guateque montado. Lo que pasa es que la historia nunca se repite exactamente igual, sino que cada momento aporta su pequeña estupidez a la ya de por sí tontorrona trayectoria del ser humano por este valle de lágrimas.

La lucha en las urnas ha sido entre Audi comprado versus Citroën alquilado

Una de las señas de identidad de tanto sarao parapolítico es la apariencia. De la vieja máxima que afirma que no basta con ser sino que también hay que aparentar, estos surfistas de la legalidad vigente se han quedado sólo con la segunda parte. Docenas de trajes para un sólo prohombre ya marca el territorio en el que se mueven. Lo que está por estudiar es la capacidad que tienen para bautizar a sus empresas. Es importante analizar y traducir esos nombres para ver si hay alguna clave secreta que dé pistas a los gabinetes psicosociales que establecen el perfil criminal de los inculpados. Por ejemplo, Orange Market suena muy rimbombante, pero si lo traducimos por Mercado de Naranjas caeremos en la cuenta de que no estamos tratando con honrados agricultores sino con intermediarios dispuestos a alterar el precio de las cosas para así hacer su agosto (y su septiembre, y su octubre, ...) en la Comunidad Valenciana. Después descubrimos que este tipo de nombres tienen un paralelismo sorprendente con los utilizados por financieros y especuladores. Todo suena parecido a International Consulting Enterprises, Apocaliptic Brokers in Bondage, Grand Theft Auto Business Agonic Situationist Lobby o algo por el estilo. En realidad, da igual: lo importante es que el nombre sea inglés, que suena como muy internacional (que se lo digan a Paco Vázquez). Es una pista. Si, por ejemplo, un grupo músico-vocal se pone un nombre con "La... de..." o "El... de..." (véase La oreja de Van Gogh o El sueño de Morfeo) ya sabemos qué tipo de murga nos van a dar.

En Galicia hay una tradición muy arraigada que consiste en poner bar Manolo" o pub John Lennon a determinados establecimientos hosteleros. Tiene su sentido: el primero nos da una sensación de familiaridad y el segundo, de buen rollito. A lo mejor al entrar nos enteramos de que ni el dueño del bar se llama Manolo ni en el pub saben quién era John Lennon, pero eso no importa: el caso es que ya hemos entrado. La marca es, pues, más importante de lo que parece. ¿Acaso los resultados de las elecciones gallegas no han dependido de un debate único sobre qué coche oficial debe utilizar un presidente? Y eso por no hablar de marcas de yates (si es que tienen marca) o de firmas de mobiliario de diseño de alto postín. La lucha en las urnas ha sido entre Audi comprado versus Citroën alquilado. Lo demás es lo de menos. Y da igual que Fraga comprase una flota de Audis -uno de ellos para llevar a su nieta al colegio desde Compostela a Coruña- o que Citroën sea una multinacional y no una empresa enxebre. El mensaje que todos nos quieren transmitir es que, gobierne quien gobierne, el país va sobre ruedas.

¿Galicia o Galiza? ¿Audi o Citroën? ¿Celta o Deportivo? ¿Cachamuíña o María Pita? ¿Pulpo en Lugo o pulpo en Carballiño? ¿Cocacola o pepsicola? Ante tanto dilema entre marcas, es bueno saber que las naranjas gallegas han salido mejor que las valencianas este invierno. No es una metáfora: es un hecho. Además, la nit de la cremá ya la tuvimos hace unos añitos. Lo de los trajes regionales es otra gaita.

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