Crítica:XIII FESTIVAL DE JEREZ

Orden inverso

El guitarrista jerezano Juan Diego Mateo ocupa un lugar distinguido dentro del panorama del toque actual. Es un espacio que le viene otorgado, además de por sus inspiradas composiciones, por su aproximación al instrumento. Poseedor de un toque pulcro, elegante y sutil, su expresión se distingue por la economía de recursos que emplea y el tiempo con que lo hace, siempre huyendo de las prisas y cuidadoso con los acentos. Pero su presencia en el Villamarta tenía un objetivo especial: él era el líder de un proyecto de baile en una curiosa inversión de lo que es habitual.

No se trataba de co...

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El guitarrista jerezano Juan Diego Mateo ocupa un lugar distinguido dentro del panorama del toque actual. Es un espacio que le viene otorgado, además de por sus inspiradas composiciones, por su aproximación al instrumento. Poseedor de un toque pulcro, elegante y sutil, su expresión se distingue por la economía de recursos que emplea y el tiempo con que lo hace, siempre huyendo de las prisas y cuidadoso con los acentos. Pero su presencia en el Villamarta tenía un objetivo especial: él era el líder de un proyecto de baile en una curiosa inversión de lo que es habitual.

No se trataba de componer para la danza, lo que tantas veces ha hecho, sino de que dos artistas de la disciplina como Adela Campallo y Ángel Muñoz, son los que han creado bailes para sus composiciones. La propuesta, pues, era novedosa y levantó expectativas. Su puesta en escena, sin embargo, dejó que desear, y no por la falta de excelencia de sus elementos; sino porque la obra se acercó más a un recital y, como tal, anduvo vacilante y sin la debida tensión y continuidad.

INSPIRACIÓN

Juan Diego, Ángel Muñoz, Aadela Ccampallo. Guitarra: Juan Diego. Baile: Ángel Muñoz, Adela Campallo. Cante, compás y baile: Tomasito. Cante: Eva Durán, El Londro. Guitarra Acústica: Jorge Gómez. Trompeta: Enrique Rodríguez. Percusión: Juan Peña 'Chispa'. Palmas y coros: Macano, Manuel Soto 'Bo'.

Teatro Villamarta de Jerez (Cádiz), 28 de febrero.

La banda elegida por Juan Diego es de una calidad incuestionable y cuenta, además, con aportaciones tímbricas ajenas al flamenco que funcionan a la perfección. Especialmente la trompeta, que aportó color y jondura, pero también las guitarras acústica y eléctrica, muy adecuada esta última en el tramo final. El cante, solvente y profesional, estuvo a la altura y no sólo acompañando al baile. Londro y Eva Durán dejaron en el aire unas dulces milongas, y la segunda acompañó hermosamente el inspirado romance Aires de libertad, de Juan Diego.

Nada que objetar a las palmas o a la percusión y mucho menos al baile. Pero, el ensamblaje de todos los elementos acusó la ausencia del necesario empuje para transmitir la propuesta en su totalidad y con toda su riqueza. Y eso que la cosa empezó bien con un paso a dos que uno entendió como la traducción literal del objetivo, pero luego el clima se fue desvayendo. Ángel estuvo rumboso y elegante en la rumba Dieguito y configuró unas alegrías de hombre, que no es fácil. La sevillana Adela Campallo fue fiel a la escuela de la que procede especialmente en la soleá por bulerías.

Cuando la cosa languidecía, apareció Tomasito -¿quizás algo tarde?- con su fuerza y compás. Su presencia era obligada y no sólo porque el espectáculo lo demandara: Juan Diego es su guitarrista habitual y era justa la devolución de la visita. El clima se vino arriba, pero en la mente permanecen, junto a la bella música de Juan Diego y otros detalles, la sensación de una ocasión perdida. Seguro que habrá otras, porque la intención y sus protagonistas así lo merecen.

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