Reportaje:

Vota et labora

La campaña pasa por el monasterio de Samos, donde todos van a votar

Los monjes de Samos celebran las elecciones siempre con un año de adelanto con respecto a los demás gallegos. Los hermanos votaron en 2000. Y luego en 2004. Volvieron a hacerlo en 2008 y están llamados a la urna, de nuevo, en 2012. Esto es lo que marca la regla benedictina: cada cuatro años debe elegirse un nuevo parlamento, el cabildo monacal, y un nuevo presidente, el prior en el caso de Samos. Hay congregaciones de esta orden en España que hasta han prohibido que el superior sea elegido dos veces seguidas. Así se garantiza la alternancia. Y si el escogido sale rana, también hay voto ...

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Los monjes de Samos celebran las elecciones siempre con un año de adelanto con respecto a los demás gallegos. Los hermanos votaron en 2000. Y luego en 2004. Volvieron a hacerlo en 2008 y están llamados a la urna, de nuevo, en 2012. Esto es lo que marca la regla benedictina: cada cuatro años debe elegirse un nuevo parlamento, el cabildo monacal, y un nuevo presidente, el prior en el caso de Samos. Hay congregaciones de esta orden en España que hasta han prohibido que el superior sea elegido dos veces seguidas. Así se garantiza la alternancia. Y si el escogido sale rana, también hay voto de censura.

En Samos, el actual prior, José Luis Vélez, de 39 años, fue elegido el día de San Fermín de 2002 porque su predecesor en el cargo se murió. Fueron unos comicios extraordinarios, para cubrir la vacante, y dos años más tarde los monjes soberanos volvieron a apoyarlo. Durante los días previos a unas elecciones, no hay campaña propiamente dicha, pero los candidatos se promocionan a su manera: "Vas hablando con cada miembro de la comunidad", explica el prior. Vélez es un defensor acérrimo de la democracia, "que no es perfecta, pero, si es bajo el mandato del amor, es lo mejor que tenemos".

"La democracia es lo mejor que tenemos", defiende el hermano prior
En este monasterio se celebran las elecciones un año antes que en Galicia
"Los monjes votan todos pero nadie los carrexa", aseguran en el Ayuntamiento
Un religioso confiesa que, pese a lo que se cree, no todos votan al Partido Popular
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Cuando fuera no había más que absolutismo, dentro de la abadía ya era la voluntad de la mayoría quien gobernaba. "Aquí estamos muy acostumbrados a votar. Todas las decisiones se toman así desde hace siglos", explica el prior. "Y en las autonómicas gallegas también vamos a participar", añade, "porque aunque aspiramos a la santidad, no somos ángeles: estamos en el mundo y somos de carne y hueso".

Los 19 monjes de Samos han recibido por correo los programas y las papeletas de todos los partidos, y dentro del cenobio también hablan de política. Poco a poco, en este lugar donde reina el silencio "la tendencia de cada cual se va conociendo". "Aquí hay gente de todos los colores y somos muy respetuosos con la ideología de cada compañero... Está claro que no votamos todos al PP", afirma el religioso mientras pasea por el claustro del padre Feijoo, que aquí se escribe sin tilde. Vélez contraataca la leyenda que corre por el pueblo, y que les atribuye una fidelidad absoluta a la banda derecha.

"Los monjes votan todos pero nadie los carrexa", aseguran en el Ayuntamiento de Samos. Tampoco se han visto políticos visitándolos estos días, como sí ocurrió con otros vecinos, "porque a ellos no se les puede engañar... quiero decir, convencer", deja escapar sin querer un destacado representante de la corporación municipal. Uno de ésos que sí creen que los benedictinos votan al Partido Popular.

"No hace falta que nos visiten. Ellos ya saben lo que han sembrado estos cuatro años", comenta enigmático el superior del convento. En marzo del año pasado, el propio José Luis Vélez confesaba estar encantado con la gestión cultural del bipartito. Entonces, gracias a un convenio entre la Consellería de Cultura y el Ministerio de Fomento, se estaba restaurando la fachada de la iglesia. Ahora, en 2009, un obradoiro de emprego subvencionado por Traballo está acondicionando buena parte de la planta baja que rodea el claustro grande para montar el primer museo de la Península sobre la historia del monacato. Además, Innovación e Industria restaura la Casa Forte de Lusío, propiedad de la abadía desde hace medio siglo, para abrir, a finales de este año, un albergue de peregrinos, un museo de matemáticas y otro sobre la agricultura del interior de Galicia.

"El monasterio es apolítico. Todos son bien recibidos", explica el benedictino. "Desde que yo estoy aquí, hace 19 años, he visto que hemos tratado con todos los partidos y todos nos han ayudado". Porque "en todos los partidos hay personas cristianas, cultas y sensibles". Luego, al llegar al poder, "algunos se olvidan de cuando eran normales, y fallan. No porque sean malos, sino porque están equivocados. Porque están sometidos a muchas presiones. Y a muchas tentaciones. Por eso es necesario el cambio, la regeneración".

En el monasterio de Samos la reflexión duró una semana. El comienzo de la Cuaresma se celebra fuera con el Entroido y dentro, con ejercicios espirituales. El ora puede al labora y la relación con el mundo exterior languidece. Los monjes estuvieron al tanto de la campaña durante la primera semana, pero la meditación les hizo perder el hilo al final, y el juego sucio no logró traspasar los muros de cachote de pizarra. Porque estos días apenas leen la prensa, y no encienden ni la radio ni el televisor.

El que más se entera de lo que pasa fuera es Agustín, el hermano portero, que recibe a las visitas con la misma sonrisa desde hace 40 años. "Yo estos días he visto a Anxo Quintana pasando por ahí", comenta señalando hacia la estrada de Triacastela, "iba pegado en un coche". Pero al hermano Agustín, en esta esquina del mundo donde el mundo apenas cambia, lo que más le preocupa no es el resultado de las elecciones.

Hoy ha estrenado un bordón de avellano que labró con su navaja. Y hasta hace un rato estaba orgulloso de veras de su trabajo. Pero le han contado que ha llegado al albergue del monasterio un peregrino con un bastón que quita el hipo. "Tiene hiedra de arriba abajo", le comentan al monje. "¡Bah! También mi vara la tenía, pero se la quité", contesta Agustín. "No, no, no. La del peregrino este que te digo tiene la hiedra tallada", replica el compañero. "Pues vamos a verla", responde el monje. Y se marcha corriendo.

Es la hora de la adoración nocturna. Se acaba la jornada de reflexión. "¡Sed felices!", se despide Fructuoso. El hermano jardinero tiene 86 años, es el más viejo y también va a ir a votar.

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