Reportaje:Ida de los octavos de la Liga de Campeones

"Me gustaría ver más ingleses"

Roy Evans, último legado del mítico Bill Shankly y el 'Boot Room'

Su padre regresaba los domingos con las piernas amoratadas y una felicidad desbordada por jugar con el Liverpool Reservas. A veces, se hacía con dos entradas para llevarle a Anfield y ver al legendario equipo de Bill Shankly. "Me conmovió el fútbol del Liverpool de 1965 con el capitán Yeats, el delantero Saint John... Fue el más exitoso. Les conocía a todos porque me encargaba de limpiarles las botas, aderezar el vestuario o llevarles las pelotas a los entrenamientos", recuerda Roy Evans (Liverpool, 1948), pelo cano y chaqueta negra de corte largo, al tiempo que se atiborra de ...

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Su padre regresaba los domingos con las piernas amoratadas y una felicidad desbordada por jugar con el Liverpool Reservas. A veces, se hacía con dos entradas para llevarle a Anfield y ver al legendario equipo de Bill Shankly. "Me conmovió el fútbol del Liverpool de 1965 con el capitán Yeats, el delantero Saint John... Fue el más exitoso. Les conocía a todos porque me encargaba de limpiarles las botas, aderezar el vestuario o llevarles las pelotas a los entrenamientos", recuerda Roy Evans (Liverpool, 1948), pelo cano y chaqueta negra de corte largo, al tiempo que se atiborra de capuchinos en un bar de alto copete y con la música a tope. Evans -estuvo 34 años en el club como entrenador del filial, ayudante del primer equipo y técnico de 1993 a 1998- es el último legado de Shankly y el Boot Room.

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Su carrera no prometía, por más que llegara a defender la elástica del Liverpool en 13 ocasiones. El técnico Bob Paisley -conquistó tres Copas de Europa- le sugirió: "¿Por qué no te encargas de entrenar al filial?". Tras cuatro ofertas, aceptó. También entró en el Boot Room, cuartucho de tres metros cuadrados repleto de botas, en el que nunca faltaba cerveza y whisky. "Nos reuníamos los técnicos para hablar antes de los entrenamientos y después de los partidos", rememora Evans.

La costumbre la instauró Shankly en 1959 y la continuaron los sucesivos entrenadores (Paisley, Fagan, Dalglish, Moran y Evans) hasta 1997, cuando a Evans le exigieron compartir el cargo con Houllier. "Decid lo que tengáis que decir porque sé lo que ocurre dentro, pero no fuera", aseveró Paisley en la primera reunión de Evans. "Pueden ser cosas malas", respondió éste. "Así mejoraremos", sentenció el primero. Existía, sin embargo, la norma de yo no lo habría hecho así. "Nadie podía decir esto tras un partido porque siempre nos reuníamos antes para expresar lo que quisiéramos sobre los jugadores o la táctica", explica Evans.

La táctica no le preocupaba en exceso al Boot Room, que se distinguió por enarbolar la bandera del gusto por el buen fútbol, el equipo sobre las individualidades y el club sobre todos. "Quizá cuando fuimos a Europa sí que había casos en que aplicábamos tácticas, como sacar algún futbolista de la alineación o hacer la defensa al hombre", señala; "pero la táctica no nos ayudó a jugar mejor. '¿Cómo vamos a jugar?', preguntaban los chicos. 'Como en el partido pasado', respondíamos. '¿Qué quieres que haga?', añadía otro. 'Lo que sabes hacer', contestábamos". La llama del Boot Room, luego de cuatro Copas de Europa entre 1977 y 1984, se apagó tras las tragedias de Heysel y Hillsborough. "Lo que decía Shankly sobre que el fútbol no es a vida o muerte, sino mucho más importante, era falso. Cuando hay vidas de por medio, el fútbol pasa a ser un juego", conviene.

Con una casa en Puerto Banús, integrante del cuerpo técnico de la selección de Gales de Toshack y apasionado del golf (hándicap 14), Evans sigue enamorado del fútbol. "No cambiaría nada, ni siquiera el boom de millonarios que ha desembarcado en la Premier porque hay que aceptar que el fútbol es un negocio", interviene a la vez que reconoce los problemas gubernamentales y económicos del Liverpool. Le molesta que Rafa Benítez esté en entredicho a media temporada. "Es un problema porque es público y a los aficionados no les gusta pensar en eso. Casi todos quieren que se quede y progrese", analiza. Pero también le sale de dentro el espíritu del Boot Room, cuando se potenciaba la cantera: "Me gusta Rafa, pero preferiría que el técnico fuera uno de la casa, como Sammy Lee. Me gustaría ver más jugadores ingleses y locales en el equipo. Rafa es fantástico en la Champions porque es un especialista en la táctica, pero la Premier se le hace larga. Y Anfield quiere la Liga".

Con el último sorbo del segundo capuchino tamaño XXL, Evans se despide. Antes, recuerda que Gerrard ya es uno de los mejores jugadores de la historia del Liverpool y se encomienda a la puntería de Torres. "Este año todavía no ha vuelto a ser el tiburón que era", sisea. Del Madrid sabe mucho, pero se lo calla. Le importa el Liverpool, su club.

Roy Evans, en 1994.ASSOCIATED PRESS

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