Reportaje:

Arte de peligro y disfrute

El Macba exhibe la obra del brasileño Cildo Meireles

La estructura diseminada de puntitos luminosos que surge de la densa oscuridad de la Capella dels Àngels deja sin aliento. La extraordinaria torre de Babel, construida con más de mil viejas radios que generan una cacofonía de susurros sobrecogedores, es el último acto de la exposición que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) dedica hasta el 26 de abril a Cildo Meireles (Río de Janeiro, 1948), ganador del Premio Velázquez de Artes Plásticas 2008. La exhibición, que se estrenó en octubre en la Tate de Londres, es la antología que reúne el mayor número de sus grandes instalaciones....

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La estructura diseminada de puntitos luminosos que surge de la densa oscuridad de la Capella dels Àngels deja sin aliento. La extraordinaria torre de Babel, construida con más de mil viejas radios que generan una cacofonía de susurros sobrecogedores, es el último acto de la exposición que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) dedica hasta el 26 de abril a Cildo Meireles (Río de Janeiro, 1948), ganador del Premio Velázquez de Artes Plásticas 2008. La exhibición, que se estrenó en octubre en la Tate de Londres, es la antología que reúne el mayor número de sus grandes instalaciones.

En una de ellas, Através, los cristales que recubren el suelo crujen lastimosamente al paso del visitante, que recorre con cautela un laberinto (donde no hay paredes, sino barrotes, mallas, alambres e incluso peceras) para llegar a la gigantesca bola de celofán arrugado en su interior. "Es como si destrozando los cristales uno se liberase de todas las prohibiciones y obstáculos del recorrido", explica Meireles. Para acceder a la obra hay que firmar una declaración que libra el museo de cualquier responsabilidad.

Es la mayor antología del ganador del último premio Velázquez

Disfrute y peligro, alegría y miedo, cuerpo y mente, transparencia y opacidad, microscópico y macroscópico: toda la obra de Meireles tiende a reconciliar los opuestos y a otorgar nuevos significados a los conceptos de grande y pequeño. Así, un diminuto cubo de madera de pino y roble condensa toda la cosmogonía de los indios Tupí, pisoteada por los jesuitas, y las 201 pelotas de Eureka (todas de la misma dimensión, pero de diferente peso) recuerdan que la vista y el tacto proporcionan informaciones contradictorias.

La referencia al juego y el placer se plasma también en las decenas de esferas de distinto tamaño que, ocultas bajo una sutil y flexible malla de acero, crean el paisaje futurista de Glovetrotter. Es la instalación que Bartomeu Marí, director del Macba, quisiera quedarse para la colección permanente, que actualmente posee dos piezas de la serie Intervenciones en circuitos ideológicos: unas botellas de Coca-Cola con la impresión "yankees go home" y unos billetes de cruceiros con la acusadora pregunta "¿quién mató a Herzog?", en referencia al asesinato en una comisaría del periodista Vladimir Herzog, que según la versión oficial "se suicidó".

Pero a pesar de la indudable atracción que ejercen sus objetos más diminutos, es en la creación de ambientes donde Meireles despliega todo su poderío. De la monocromía del blanco del cuarto lleno de talco hasta el triunfo del rojo de la habitación repleta de objetos distintos, todos púrpura, que parecen surgidos del charco de pintura vertido por una misteriosa botellita cuyo rastro conduce hasta el espeluznante lavabo del que sale a chorro un líquido también rojo.

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Un visitante en la instalación Através, de Cildo Meireles en el Macba.MARCEL·LÍ SÀENZ

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