OPINIÓN

Contraespionaje

Esto del periodismo es curioso. El otro día estuve viendo los minutos finales de un programa de Telemadrid que suelo mirar, Madrid opina, de Ernesto Sáenz de Buruaga.

Me sorprendió ver en la fila de los senadores (es un programa con senadores) a un consejero de la Comunidad de Madrid, Antonio Beteta, y a un magistrado de la Audiencia Nacional, Enrique López. Y había un socialista de apellido Carmona al que no dejaron tocar bola cuando llamaron a combate. En un programa donde dominan periodistas (y estaba Luis Rodríguez Aizpeolea, de EL PAÍS) resulta atractivo ver a gente que no e...

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Esto del periodismo es curioso. El otro día estuve viendo los minutos finales de un programa de Telemadrid que suelo mirar, Madrid opina, de Ernesto Sáenz de Buruaga.

Me sorprendió ver en la fila de los senadores (es un programa con senadores) a un consejero de la Comunidad de Madrid, Antonio Beteta, y a un magistrado de la Audiencia Nacional, Enrique López. Y había un socialista de apellido Carmona al que no dejaron tocar bola cuando llamaron a combate. En un programa donde dominan periodistas (y estaba Luis Rodríguez Aizpeolea, de EL PAÍS) resulta atractivo ver a gente que no ejerce el oficio.

Me sorprendió también ver en los escaños de los periodistas a Cristina Alberdi, ex ministra socialista que ahora ejerce también el oficio de opinadora; espero que no se ofenda si no la llamo periodista.

¿Y qué hacía allí Cristina Alberdi? No estaba, claro, en su condición de ex ministra; la recuerdo bien de aquellos tiempos, quería incluso publicar un libro, "como otros que están publicando por ahí". Y estaba en el programa, supongo, como Cristina Alberdi, aunque tengo derecho a pensar que quizá estaba también como Cristina Alberdi, consejera electiva del Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid, cuyo nombramiento depende, me parece, de la presidenta Aguirre.

Así pues allí había un elenco extraño para los tiempos que corren; los periodistas y sus sucedáneos se enfrentaban a la actualidad con armas distintas; los periodistas con lo que saben y los otros con lo que les interesa. A veces los periodistas juntan las dos cosas, pero esto no me preocupa ahora.

Mi preocupación es saber por qué, al final del programa, como queriéndolo juntar con el espacio informativo (!) que venía después, aquellos periodistas empotrados en la tertulia empezaron a sacar sus mandobles como si alguien les hubiera soplado el mismo argumento en las orejas. Qui prodest? ¡Qué demonios quiere EL PAÍS! Haciendo uso del método Olendorf, cuando Buruaga sacó el asunto del espionaje, que primero negó y después aceptó Aguirre ("en la Comunidad no se espía", "lo sabía desde 2006"), saltaron a la yugular de este diario como si un caballo les estuviera pisando los talones.

El impulso llegó hasta el programa siguiente. Beteta y Alberdi se comportaron como escuderos, abrieron, aguerridos aguirristas. De Beteta y Alberdi entiendo el entusiasmo, pues les paga el mismo bolsillo (público) que paga por cierto a Buruaga. Pero ¿qué hacía ahí el juez? Estaría estudiando Periodismo.

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