Análisis:ANÁLISIS

Gobernar la crisis

Después de vivir en el octubre negro la tormenta perfecta de la crisis, hemos conocido la opinión de exégetas, profetas, apocalípticos, integrados, opositores, resignados, catastrofistas, muñidores, causantes y víctimas. Estamos ante una mutación importante. Hay quienes se quieren situar en el frente anti-crisis, de aquellos que quieren instalarse en ella lo antes posible (y vivirla bien mientras dure). La instalada hipocresía catastrófica es inaceptable. El discurso del rechazo contra la crisis, articulado tarde, obliga a animar, inyectar, apoyar a las empresas, y dar liquidez al consumo inte...

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Después de vivir en el octubre negro la tormenta perfecta de la crisis, hemos conocido la opinión de exégetas, profetas, apocalípticos, integrados, opositores, resignados, catastrofistas, muñidores, causantes y víctimas. Estamos ante una mutación importante. Hay quienes se quieren situar en el frente anti-crisis, de aquellos que quieren instalarse en ella lo antes posible (y vivirla bien mientras dure). La instalada hipocresía catastrófica es inaceptable. El discurso del rechazo contra la crisis, articulado tarde, obliga a animar, inyectar, apoyar a las empresas, y dar liquidez al consumo interno, al empleo y a la economía familiar.

La ciudadanía recela de los discursos. No se fía porque el discurso oficial, la información asimétrica y el engaño, la llevaron a endeudarse, hipotecarse, consumir y vivir por encima de sus posibilidades. La larga prosperidad prometida por las inmobiliarias y el modelo tradicional estaban cargados de trampas y de delitos impunes.

Los que adelantan que la crisis será larga, con cuatro millones de desempleados, parecen regocijarse del alcance de lo que no proveyeron u ocultaron. Los que se pusieron a montar medidas tarde y mal -esos que en marzo, abril y mayo estaban encantados y se fueron tan contentos de vacaciones- ahora tienen deberes a toda prisa, antes de fin de año.

Casi nadie ha tenido el valor de decir a la sociedad que la crisis se puede gobernar desde otra posición. Haber mantenido -durante más de una década- los paradigmas de la economía improductiva, especulativa y consumista obliga ahora a implicar a las empresas, cambiar la cultura del negocio, transformar los liderazgos, mover la política y mostrar arrojo frente a la inercia, la comodidad y la burocracia.

Hoy, falta un impulso enérgico para gobernar la crisis, esto es, para desbloquear de golpe los mecanismos que pueden reactivar la economía, sin caer en autobombos, ni de la maquinaria pública, ni de la privada. La sociedad civil tiene, tenemos todos, la obligación de afrontar la crisis desde los valores. Los proyectos del plan Zapatero no se van a poder llevar a cabo en plazo sin ética, rapidez y energía.

Reformar el discurso para liderar los cambios y extender la nueva cultura de un modelo económico sostenible: tales son los retos que se deben asumir desde el Gobierno y desde la sociedad civil. Los líderes sociales han de marcar las pautas para exigir una incómoda postura de alerta y acción enérgica. Seguir halagando al público de cada cual, sin cambiar objetivos, ni medios para activar la economía es un atraso. Dedicarse a la politiquilla del agravio, la insolidaridad o la confrontación en estos momentos, es de una irresponsabilidad inaceptable. El gobierno de la crisis no está sólo en el Gobierno y la oposición, está en empresarios y agentes sociales, pero sobre todo está en la sociedad civil. Si nos instalamos en la crisis, en vez de afrontarla, reconducirla o atemperarla, estamos haciendo un flaco favor a la colectividad.

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Lo responsable, lo sostenible, lo que toca ahora, es movilizar nuestras fuerzas, las bancarias, las políticas, las administrativas y las fuerzas sociales, para afrontar con decisión el cambio de rumbo. Algo que no podremos hacer desde la queja, la lástima, o la mera compasión. Todo lo que sean lloros y lamentos tenemos que dejarlo fuera. Hoy hacen falta líderes en Andalucía que en vez de arrugarse o dedicarse a planificar sólo (o a pedir elecciones anticipadas), generen ya riqueza en valores y en recursos. No es tan difícil, si en vivienda y suelo está casi todo por hacer, incluso el negocio saludable; es ¡ahora! cuando hay que actuar en las cajas de ahorro, no pasado mañana. Los empresarios andaluces, en lugar de preocupación, han de vender otras cosas, y otras casas; los políticos ya no pueden dilatar adjudicaciones, licitaciones, concursos, proyectos y obras imprescindibles. Gobernar la crisis quiere decir asumir una voluntad de cambio. Albert Einstein aseguraba que "la vida es muy peligrosa, no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa".

Y lo que pasa es que no se nos puede dejar fuera del gobierno de la crisis, porque los ciudadanos, y no solo los gobiernos, somos los protagonistas globales del cambio al nuevo modelo sostenible de economía, ecológica y socialmente responsable. Tras lo ocurrido -si no queremos repetir errores-, este modelo diferente ya nos pertenece por derecho propio, tenemos que cambiar el discurso y liderar la crisis.

Carlos Hernández Pezzi es arquitecto y presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España

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