Reportaje:

Rajoy aguanta la tormenta del PP

El líder mantiene su agenda pese a que Aguirre y otros tratan de marcar la línea

A Mariano Rajoy no le gustan los imprevistos, según cuentan en su entorno. Es un hombre de rutinas. Evita las cenas de trabajo, llega a su casa temprana para lo que es la vida política, lee novelas medievales y trata de evadirse. Por eso cuando el jueves pasado alguien de su confianza le hizo notar que si mantenía su agenda se perdería la votación de los Presupuestos, no lo dudó: mejor seguir con lo previsto, que era comer con Jaime Mayor para hablar de la candidatura europea, aunque eso pueda conllevar, como sucedió, críticas generalizadas.

Esta decisión muestra a las claras el carácte...

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A Mariano Rajoy no le gustan los imprevistos, según cuentan en su entorno. Es un hombre de rutinas. Evita las cenas de trabajo, llega a su casa temprana para lo que es la vida política, lee novelas medievales y trata de evadirse. Por eso cuando el jueves pasado alguien de su confianza le hizo notar que si mantenía su agenda se perdería la votación de los Presupuestos, no lo dudó: mejor seguir con lo previsto, que era comer con Jaime Mayor para hablar de la candidatura europea, aunque eso pueda conllevar, como sucedió, críticas generalizadas.

Esta decisión muestra a las claras el carácter de Rajoy, su forma de hacer política. El líder es, según explican en su entorno, el más tranquilo de los marianistas. Muchas veces, ante las durísimas críticas que aparecen en los periódicos y en las tertulias, o ante las noticias internas negativas que se han sucedido en las últimas semanas, es Rajoy quien tiene que tranquilizar a los suyos.

"No es que Aguirre marque línea. Es que no hay línea oficial", protesta un crítico
Los marianistas que no querían a Mayor de candidato ya se resignan a que sea él

El líder parece convencido, según los que hablan con él, de que el poder del que dispone tras ganar un congreso con el 84% y sobre todo el tiempo acabará con todas las críticas. "Es como el Barça, sabe que sólo depende de sí mismo, que los demás no pueden hacer nada contra él", señala un marianista. "Sé lo que estoy haciendo", insiste él como única explicación de su línea moderada centrada en el debate económico.

En los últimos días está siendo, sin embargo, cada vez más evidente que el ritmo pausado del líder y su forma siempre críptica de transmitir qué línea política quiere seguir permite que otros dirigentes más rápidos, especialmente Esperanza Aguirre, marquen la oposición del PP, aunque luego Rajoy corrija algo.

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Es lo que sucedió con el discurso antiterrorista -la presidenta de Madrid habló de sus "sospechas" de que Zapatero había vuelto a la negociación, y Rajoy, a su manera, la desautorizó, aunque eso no ha evitado que después otros dirigentes, como el senador Luis Peral, sigan hablando de negociación- y después con la FEMP -los dirigentes de Madrid fueron más rápidos y más duros- y por último con la foto de Aguirre y Francisco Camps en el socavón del AVE a Valencia.

Ese día, los periódicos recogían dos imágenes: por un lado, Aguirre y Camps dando leña al Gobierno. Por otro, Rajoy ausente en una votación. Los marianistas insisten en culpar a los críticos por exagerar cualquier pequeño error del líder. "Vienen unos meses complicadísimos. Los críticos son conscientes de que sus oportunidades se agotan. Necesitan unos malos resultados en Galicia, País Vasco o Europa. Si no, se acabó, Mariano sigue y ellos temen no repetir en las listas. Por eso nos van a hacer pasar unas primarias cada semana", se queja un marianista.

"Están obsesionados con nosotros. No es que Aguirre u otros le marquen la línea. Es que no hay línea oficial, y por eso los que hacen cosas se imponen. No se sabe qué dice Rajoy sobre la mayoría de asuntos, como el aborto, por ejemplo", sentencia un crítico.

Lo cierto es que no sólo ellos hacen cábalas. Todo el partido asume que Rajoy puede caer después de las tres elecciones si los resultados no son buenos. Y ahí, con un partido dividido, la mayoría cree que la solución pasaría por Alberto Ruiz-Gallardón, incluso con un pacto con Esperanza Aguirre que ahora parece imposible. La opción de Rodrigo Rato, la que mayores consensos generaría, parece aún más lejana porque no está en política y todos los que hablan con él insisten en que está concentrado en sus negocios.

Rajoy, con la idea del "yo sé lo que estoy haciendo", sigue adelante impasible y sin concesiones al sector duro. Aunque hay una que, según todos los indicios, sí parece dispuesto a hacer: renovar a Mayor como candidato. Después de la comida del jueves, pese a que nadie parece conocer con certeza el contenido por el pacto de silencio que sellaron los comensales, los marianistas que no quieren a Mayor como candidato a las europeas están resignados.

Algunos señalan que Rajoy se lo ofreció, aunque, como es su costumbre, no fue muy claro. No sería la primera vez. En 2004, según se cuenta en el libro Si yo fuera presidente (Temas de Hoy), Rajoy convocó a Mayor a Génova para ofrecerle la candidatura europea. Pero lo hizo de forma tan enrevesada que el democristiano vasco no le entendió. Rajoy pensó que le estaba diciendo que no, y Mayor que no se lo ofrecía. Tuvo que llegar después un mediador, un amigo, que forzó un nuevo encuentro en los pasillos del Congreso. También esta vez parece que habrá una segunda cita de confirmación, después de Navidades.

Rajoy, Gallardón y Mayor celebran con Aguirre su victoria en la repetición de las autonómicas de 2003.ULY MARTÍN

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