"He sufrido más en tres días que en diez años"

300 familiares llegados de Granada y Murcia velan a los heridos de Gavà

Las dos carpas instaladas frente al hospital Vall d'Hebrón (Barcelona), donde siguen ingresados 12 de los heridos en la explosión de gas que sacudió Gavà el miércoles, quedaron vacías ayer a mediodía. Ambos recintos, 40 metros cuadrados en los que se apiñan una treintena de sillas y se puede tomar un caldo, cobijan a los 300 familiares de etnia gitana desplazados desde Benalúa de Guadix (Granada) y Cartagena (Murcia) para velar a sus parientes. Ayer no aparecieron hasta el atardecer. "Se han ido al funeral. Es el segundo en dos días", susurraba desde la penumbra de la carpa José Fernández, jov...

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Las dos carpas instaladas frente al hospital Vall d'Hebrón (Barcelona), donde siguen ingresados 12 de los heridos en la explosión de gas que sacudió Gavà el miércoles, quedaron vacías ayer a mediodía. Ambos recintos, 40 metros cuadrados en los que se apiñan una treintena de sillas y se puede tomar un caldo, cobijan a los 300 familiares de etnia gitana desplazados desde Benalúa de Guadix (Granada) y Cartagena (Murcia) para velar a sus parientes. Ayer no aparecieron hasta el atardecer. "Se han ido al funeral. Es el segundo en dos días", susurraba desde la penumbra de la carpa José Fernández, joven de 17 años venido de Granada. "Yo no puedo ir, no sé cómo afrontar todo esto. Llevo aquí tres días pero valen por tres meses. He sufrido más que en diez años".

Los parientes se turnan para dormir en coches. No hay plazas para todos

José, desbordado por la tragedia, ojeaba la prensa deportiva mientras se celebraba el funeral de Antonia Fernández, la quinta persona de la misma familia fallecida por la deflagración de gas natural que dejó a 18 personas entre la vida y la muerte. 11 de ellas siguen pendiendo de un hilo.

Los médicos temían anoche por el estado de una niña y dos jóvenes. "Me quedaré aquí una larga temporada", asumió José sorbiendo el café que acababa de entregarle una empleada del hospital.

El Vall d'Hebrón, la Generalitat y el Consistorio de Gavà se han volcado con las víctimas. Los familiares apostados en el hospital han recibido el consuelo del presidente catalán, José Montilla, del consejero de Interior, Joan Saura, y la de Salud, Marina Geli. También la atención permanente del alcalde de Gavà, el socialista Joaquim Balsera. La Generalitat anunció que hoy se entregará un piso nuevo a cada una de las 11 familias cuya vivienda quedó arrasada por la explosión para que "traten de recuperar la normalidad". El alcalde de Benalúa, Juan Hidalgo, se personó junto a la consejera de Gobernación andaluza, Clara Aguilera, en el sepelio de ayer en Barcelona. Ambos agradecieron, emocionados, el esfuerzo que ha realizado "desde la consejera hasta el último mosso".

Un autobús con 50 personas partió de regreso a Benalúa tras el funeral. Llegaron el sábado pero el trabajo les obliga a regresar. El Vall d'Hebrón desmontó una de las carpas pero mantendrá la otra: casi un centenar de desplazados se ha quedado en Barcelona sin saber muy bien cómo regresarán. Felipe Expósito, de 71 años, es de los que sigue en el hospital. Anoche deambulaba frente a la UVI del Centro de Grandes Quemados, acumulaba tres noches de mal dormir en las duras sillas de la carpa y añadía un lamento a todas sus respuestas. "El viaje desde Granada fue duro pero estar aquí es peor. Lo que estamos sufriendo... ¡buf!".

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Lo único bueno de la jornada es, contó Felipe, que iba a pasar la noche en un coche. Llegó su turno: los familiares de Barcelona ceden sus vehículos a los llegados de fuera para pernoctar, pero no hay para todos. Quienes no tienen suerte acampan entre los pasillos, tumbados sobre varias sillas y empleando bolsas de plástico como almohadas. Anoche, Felipe quizá pudo descansar algo. "Dormiremos embutidos en un Seat Córdoba: dos personas delante y otra detrás", contó. Javier, veintiañero que trabaja en la construcción, tampoco dejará Barcelona. "Muchos se han ido por conservar su empleo. A mí me han dado fiesta hasta el lunes. Y si el lunes sigue alguien ingresado, le diré al jefe que se vaya a la vía", dijo esforzándose en mantener las formas. "Otra cosa es cómo acabaré, porque estar aquí es una paliza inhumana", añadió.

Todo el edificio de traumatología del hospital, el que atiende a los heridos por quemaduras, delata ese mismo cansancio. Los mantos, mantas y mochilas apilados en casi cada esquina; las cajas ya gastadas de pañuelos esparcidas por el suelo; los restos de cafés mal acabados junto a los bocadillos abandonados en los pasillos.

Carlos Fernández, de unos 20 años y testigo de la explosión, apura un chusco de pan y se le agria la cara. Se prepara para visitar a su hermano, del que los médicos sólo le dicen que sigue grave. "Vistas las cosas, que no empeore ya es una mejoría", sentencia. Aunque la espera de Carlos irá para largo: "Un día para recuperarse de cada punto porcentual de quemadura. Si tienen quemado el 80% del cuerpo -como la mayoría de heridos-, 80 días. Eso si se recuperan. Y luego, la rehabilitación. Unos dos meses más, según el caso", calculó un médico del hospital.

Por su parte, 50 personas donaron ayer sangre en Gavà para ayudar a las víctimas de la explosión. Muchas otras se quedaron con las ganas: la unidad instalada en el municipio quedó saturada en dos horas, informa Ariadna Castillo. "Esto es una catástrofe y todos debemos ayudar", explicó un vecino. Un centenar de personas se concentró ante el Ayuntamiento para mostrar su solidaridad con las víctimas.

Vecinos de Gavà hacen cola para donar sangre para las víctimas de la explosión del miércoles.MARCEL·LÍ SÁENZ

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