Reportaje:EL RINCÓN

Amancio Prada, esperando la mano de nieve

"Tengo una carpeta que dice: 'Esperando la mano de nieve', donde guardo algunos poemas que me enamoran, pero a los que no ha llegado todavía su momento. Me sobra material", cuenta el cantautor Amancio Prada (Dehesas, León, 1949) mientras busca este cartapacio en su estudio. Su rincón de trabajo es una soleada prolongación del salón de su casa madrileña en el que un frondoso magnolio -"no huele", se lamenta- cubre la ventana. Pronto encuentra la carpeta porque en este espacio todo está milimétricamente ordenado. En ella hay versos de Jorge Manrique o Francisco Umbral, junto a columnas de Manuel...

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"Tengo una carpeta que dice: 'Esperando la mano de nieve', donde guardo algunos poemas que me enamoran, pero a los que no ha llegado todavía su momento. Me sobra material", cuenta el cantautor Amancio Prada (Dehesas, León, 1949) mientras busca este cartapacio en su estudio. Su rincón de trabajo es una soleada prolongación del salón de su casa madrileña en el que un frondoso magnolio -"no huele", se lamenta- cubre la ventana. Pronto encuentra la carpeta porque en este espacio todo está milimétricamente ordenado. En ella hay versos de Jorge Manrique o Francisco Umbral, junto a columnas de Manuel Vicent. Y en las mismas estanterías libros que han marcado su vida -Rosalía de Castro o San Juan de la Cruz- e infinidad de discos. Un piano y un atril presiden la estancia que rezuma música. Circulan varias guitarras -tiene un armario lleno pero no confiesa el número total-, una bandurria y una zanfona del siglo XVIII con la que acaba de actuar en París, donde ha homenajeado a Léo Ferré.

El poeta y cantante francés es el protagonista del último disco de Prada, Vida de artista, que sale a la venta al tiempo que se reedita su primer álbum, Vida et morte. "Vida de artista viene a tensar, que no cerrar, ese arco que abrí hace 35 años. Yo tengo la edad que Ferré, Jacques Brel y Georges Brassens tenían cuando yo llegué a París. Era impresionante ver a esa gente con esa fuerza en el escenario, cómo dialogaban con su público. Me di cuenta de que lo de cantar no era un sarampión de niño, que tenía que desarrollarlo hasta el final".

Le conforta constatar que puede cantar las canciones con la "misma convicción" que en 1969, cuando con una mochila y una guitarra que había ganado en el festival de Alar del Rey (Palencia) se marchó cinco años a París. Gracias a Ferré vuelve a Francia satisfecho con el resultado. "Fue excitante ver que después de darle las vueltas precisas, de pronto, aunque te tuvieses que alejar del pie de la letra respetando la esencia, era posible cantar sus canciones". Once temas que no pretenden representar lo mejor de Ferré sino ser "una pequeña ventanita para asomarse a ese universo". "He escogido las canciones que podía sentir como propias". "Si tuviera que empezar ahora, no sé si levantaría cabeza", asegura. "Había entonces entusiasmo, candor en el ambiente y en los medios de comunicación. Luego todo se ha ido profesionalizando y uno está en esa brecha que continúa". En su caso, sin sufrir la crisis. "Tengo una temporada bastante intensa, 60 conciertos", se felicita.

Amancio Prada, en su rincón de trabajo de su casa madrileña.LUIS MAGÁN

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