EXTRA CASTILLA Y LEÓN

A la tenue luz de los carburos

Tras siglos de tradición minera, el valle de Sabero estrena un museo en la ferrería de San Blas. Un homenaje a los hombres que vaciaron las tripas de las montañas leonesas

Hasta no hace tantas décadas, los mineros llevaban lámparas de carburo sujetas al casco de chapa. La débil llama iluminaba las galerías en las que trabajaban junto a las mulas. Muchos de los animales vivían allí dentro, en cuadras subterráneas; sólo salían si se ponían enfermos. Las historias de aquella vida se pueden ver ahora en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, que tiene abiertas sus puertas en el mismo valle montañés donde se desarrolló la actividad a lo largo de siglo y medio.

La dura vida de los mineros, las técnicas de trabajo y su dependencia de la empre...

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Hasta no hace tantas décadas, los mineros llevaban lámparas de carburo sujetas al casco de chapa. La débil llama iluminaba las galerías en las que trabajaban junto a las mulas. Muchos de los animales vivían allí dentro, en cuadras subterráneas; sólo salían si se ponían enfermos. Las historias de aquella vida se pueden ver ahora en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, que tiene abiertas sus puertas en el mismo valle montañés donde se desarrolló la actividad a lo largo de siglo y medio.

La dura vida de los mineros, las técnicas de trabajo y su dependencia de la empresa son parte fundamental de la vida rural del valle leonés de Sabero, donde la extracción de minerales existe desde tiempos romanos. Durante siglos, la pequeña minería de hierro, plomo o plata del norte de León aprovechaba únicamente los afloramientos metálicos superficiales, dedicándose al carbón de forma ocasional tan sólo algunos lugareños. Las primeras grandes prospecciones, llevadas a cabo por técnicos ingleses hacia 1830, arrancaron la revolución industrial en la provincia.

La falta de vías de comunicación adecuadas hizo imposible sacar el hierro y el carbón del valle de Sabero, por lo que la Sociedad Palentino-Leonesa de Minas optó por la construcción unos altos hornos para aprovechar el carbón y trabajar el hierro en el mismo lugar de extracción. Así, en 1847, se crean los altos hornos y la ferrería de San Blas en Sabero. Un singular edificio de ladrillo y piedra de estilo neogótico levantó entonces sus hechuras de arcos diafragma, bóvedas de medio punto y arcos apuntados, distribuidos en una planta basilical de tres naves, con la intención de albergar las grandes máquinas de vapor importadas de Reino Unido para la forja y laminación del hierro.

Esta inmensa catedral pagana es ahora el último vestigio que queda en España de una instalación industrial de aquella época. Aunque los altos hornos y la industria siderúrgica fracasaron en una veintena de años por falta de infraestructura, la explotación minera continuó durante 150 años, hasta el cierre definitivo de la empresa en 1991. La llegada del ferrocarril al valle de Sabero en 1899, el constante avance de las técnicas de extracción y la puesta en marcha de los lavaderos de Vegamediana propiciaron la ampliación de las zonas de producción y la profundidad de las explotaciones. El viejo pozo de Herrera I y, posteriormente, el vertical de Herrera II (con 512 metros de profundidad) permanecieron abiertos hasta el último día.

Tres naves principales

El mismo año que cesó la actividad minera en Sabero, la ferrería de San Blas y los restos del alto horno fueron declarados monumento de interés cultural. A partir de ese momento comienza a pergeñarse la idea de convertir el magnífico inmueble neogótico en el museo que se presenta ahora. Restauradas las tres naves principales de la fábrica, se ha recuperado parte de la maquinaria original de la fundición y se han hecho reproducciones exactas del resto. Un largo recorrido de paneles explicativos con fotografías de la época muestra, entre el vericueto de pilares del edificio, cómo eran la vida y el trabajo de los mineros.

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En vitrinas acristaladas se exponen algunas de las herramientas utilizadas en diferentes épocas para la extracción del mineral y el modelado del hierro. Se puede comprobar, por ejemplo, la evolución del pico (escasa) y también observar los primeros martillos neumáticos, más pequeños que los que se usan en las zanjas, ya que éstos se utilizan en horizontal, contra la pared, y no pueden ser tan pesados. También hay antiguos "equipos de seguridad", que se reducían a casco y linterna.

Mientras se recorre la nave central del museo, Plaza Cerrada, con la vista puesta en las viejas máquinas de vapor, es inevitable imaginar la actividad incesante de la ferrería, ayudados por el golpeteo continuo del martillo pilón que recrea una grabación. En el centro, una gigantesca maqueta representa con detalle el valle de Sabero, con todas las poblaciones, los pozos mineros, el lavadero y el recorrido del tren minero, mientras una voz cuenta las particularidades de esta cuenca minera. Otra de las curiosidades del museo es la botica, ubicada en el interior del mismo complejo siderúrgico y recuperada con buena parte de los equipos médicos de primeros auxilios que se usaban entonces.

Fuera de las instalaciones de la ferrería se conservan todavía restos de las edificaciones que albergaban los hornos de cok, los cargaderos y la estación ferroviaria, pero lo más interesante del exterior es hacer un recorrido por los antiguos barrios mineros. Todavía permanecen y están habitadas en su mayoría muchas de las viviendas construidas a mediados del XIX para la colonia minera. Entre los grupos de casas se diferencian perfectamente las destinadas a los trabajadores, a los técnicos y a los directivos. Sobrevive también el hospital Izaguirre, inaugurado en 1930 con adelantos médicos que no había en toda la provincia y activo hasta 1991. El economato y las escuelas siguen en pie como muestra de los servicios que ofrecía la empresa y la dependencia que tenían de ella sus trabajadores.

A poca distancia de Sabero se encuentran algunos de los castilletes de los pozos mineros que explotaba la compañía, y que bien valen una visita para los curiosos del turismo industrial. Una excursión que se complementa con el cercano Museo de la Fauna Salvaje, en Valdehuesa, Boñar, y con la espectacular Cueva de Valporquero, en Vegacervera

Cuerpo de engranajes en la nave neogótica, de mediados del siglo XIX, de la ferrería de San Blas, en Sabero (León), que acoge desde el pasado julio el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y LeónJAVIER PRIETO

GUÍA

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Información

» Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León (987 71 83 57; www.turismocastillayleon.com; www.fundacionsiglo.com). Plaza de San Blas, 1, Sabero, León. De 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00. Domingos y festivos, de 10:00 a 14:00. Lunes, cerrado. Gratis.

» Museo de la Fauna Salvaje (987 73 53 81; www.museodelafaunasalvaje.com). Valdehuesa (Boñar). León. Martes a domingo, de 10.00 a 20.00. 10 euros.

» Cueva Valporquero (987 57 64 82; www.dipuleon.es). Valporquero-Vegacervera. León. Hasta el 21 de diciembre, de 10.00 a 17.00, de jueves a domingo. 6,45 euros.

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