Crítica:POP

Dios y tu cuñado

Apuntémoslo antes de nada: se lo crean o no, estos chicos de Sant Feliu de Llobregat conservan un notable poder de convocatoria. Anoche podían encontrarse múltiples argumentos para quedarse en casita. Lunes, fin de mes, el deprimente horario de invierno recién estrenado y las economías domésticas en plena tiritona. Demoledor, ¿verdad? Pues nones: la puesta de largo del nuevo disco de OBK, que lleva el desafiante título de Ultimátum, fue excusa para hacer cola en plena calle de la Princesa, a la fresca. Se han visto cosas más raras, pero tampoco muchas.

Segunda sorpresa. No, los s...

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Apuntémoslo antes de nada: se lo crean o no, estos chicos de Sant Feliu de Llobregat conservan un notable poder de convocatoria. Anoche podían encontrarse múltiples argumentos para quedarse en casita. Lunes, fin de mes, el deprimente horario de invierno recién estrenado y las economías domésticas en plena tiritona. Demoledor, ¿verdad? Pues nones: la puesta de largo del nuevo disco de OBK, que lleva el desafiante título de Ultimátum, fue excusa para hacer cola en plena calle de la Princesa, a la fresca. Se han visto cosas más raras, pero tampoco muchas.

Segunda sorpresa. No, los seguidores de Jordi y Miguel Ángel no son sólo un hatajo de nostálgicos que sumaban veintipocos en los tiempos de Historias de amor y ahora cargan con pareja, hijos, las voraces dentelladas de la alopecia y una hipoteca de infarto. Qué va. Hay mucho converso jovencito, de los que no pisan una sala de conciertos sin haberse repasado antes en casa la discografía completa de la pareja. Ignoramos si disponen de ella previa visita a esos exóticos lugares llamados tiendas de discos o porque se la hayan agenciado en el proceloso universo virtual de las descargas. En cualquier caso, ahora ya sabemos que existe una ocupación más llevadera que la de los Reyes Magos: cantante de OBK. Jordi trabajaría anoche, no lo dudamos, pero es sólo un suponer: el público, como si esto fuera el Hollywood Bowl, las coreó todas de principio a fin.

OBK

Jordi Sánchez (voz) y Miguel Ángel Arjona (teclados). Músicos: Mario Cea (guitarra eléctrica), Sergi Pérez (teclados), Ángel Olivares (batería). Sala Heineken. Madrid, 27 de octubre. Lleno.

Es lo bueno de cierta música electrónica: que resulta muy cómoda para el intérprete. Antes del advenimiento de los ídolos barceloneses hubo que aguantar media docena de temas de Lorena C, un grupo conocido gracias a que Carlos, el hermano gemelo del cineasta Juan Antonio Bayona, es el encargado de pulsar el ratón para que suene la música. Eran como Dinarama, pero con una morena aeróbica en el puesto de Alaska. Y todos encantados, mira tú qué bien.

Pero no nos despistemos del objetivo central. ¿Hemos dicho que OBK arrasaron? Tras 17 años, su público, desde Chueca hasta L'Hospitalet, se las sigue sabiendo todas. La autoestima, bien, gracias. "Bienvenidos al mejor concierto de vuestras vidas", anunció Jordi en un raro momento en que se le escuchaba. Formulado en términos de condena bíblica, suena aterrador.

De ovación en ovación, llegará el día en que los del Llobregat se crean los Depeche Mode hispanos. Habrá que recordarles entonces el chiste del que implora que no le confundamos a Dios con su cuñado. En las entradas de anoche figuraba el nombre de OBK, pero cualquier día tendremos que rebautizarlos como Los Cuñados. Y el cuñado de usted es un tipo entrañable, sin duda, que hasta alguna vez le habrá echado una mano para arreglarle el ordenador. Pero confiéselo: a la familia política le suena más el nombre de Camela que el de Dave Gahan.

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