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Al fútbol le hacen falta Fosburys

Todo empieza con una frase de Pep Guardiola el sábado cuando compartíamos cena en el hotel de concentración del Barça en Bilbao. Reflexionaba sobre la falta de tiempo para trabajar la mejora del equipo entre partido y partido. Cuando dirigía el Barça B, tras el encuentro del domingo llegaba la reflexión del lunes y las tareas a lo largo de la semana esperando que el domingo siguiente se pudiera ver la mejora.

Ahora nada de eso es posible. El equipo que ganó en San Mamés el domingo tuvo un entrenamiento de recuperación el lunes y hoy martes se entrenará en el San Jacob Park, de Basilea (...

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Todo empieza con una frase de Pep Guardiola el sábado cuando compartíamos cena en el hotel de concentración del Barça en Bilbao. Reflexionaba sobre la falta de tiempo para trabajar la mejora del equipo entre partido y partido. Cuando dirigía el Barça B, tras el encuentro del domingo llegaba la reflexión del lunes y las tareas a lo largo de la semana esperando que el domingo siguiente se pudiera ver la mejora.

Ahora nada de eso es posible. El equipo que ganó en San Mamés el domingo tuvo un entrenamiento de recuperación el lunes y hoy martes se entrenará en el San Jacob Park, de Basilea (buenos recuerdos se despiertan en mi mente y me llevan a la Recopa conseguida en el 89 contra el Sampdoria) con una sesión de preparación y activación para el encuentro de mañana. Nada estridente, nada específico, para no desvelar ninguna información al rival que estará observando con detenimiento el trabajo de los jugadores azulgrana.

El mismo panorama se les presenta a los equipos que están inmersos en la competición europea y que se centran esta semana en clarificar su pase a la siguiente ronda. Reflexionábamos con que el entrenamiento es en estos casos más una forma de mantenimiento de la condición física que un elemento de la mejora táctica y colectiva. Entrenarse para estar bien intentando que las secuelas de la competición mermen el mínimo posible el potencial de cada uno, dosificando los esfuerzos, equilibrando las tareas.

Se abre desde este momento un apasionante debate para encontrar la forma de compensar la ausencia de tiempo para el trabajo táctico y la primera solución viene desde la palabra. La conversación abierta con el objetivo de hacer entender al jugador aquellos puntos que son mejorables y que el partido del domingo nos ha permitido detectar. El segundo elemento que se pone sobre la mesa son las ayudas que nos lleguen desde el mundo audiovisual y que nos aporten la información segmentada y escogida que nos permita concretar nuestra área de mejora y estudiar con precisión las fortalezas del rival. Es por este motivo por el que el departamento audiovisual de los grandes clubes ha crecido de forma importante en los últimos años y que en la Eurocopa oyéramos hablar de los especialistas en imagen de la selección que se encargaban de diseccionar a nuestros rivales para ofrecer a nuestros jugadores la mejor información.

Es este otro tipo de entrenamiento que hay que aprender a asimilar para sacarle el máximo rendimiento. La práctica del fútbol suele asociar el entrenamiento con la acción física y estamos hablando de llegar a la mejora en la condición competitiva no desde la transpiración, sino desde el desarrollo mental. Y esto pide una nueva forma de entender el concepto de entrenamiento y del ser jugador.

Además, son soluciones que se plantean para la mejora individual, necesitando un especial sentido del colectivo para ponerlas en valor en el trabajo del equipo. Nuevas formas de acercarse a las preguntas de siempre y hallar respuestas que no sean las evidentes.

Hace 40 años que Fosbury ganaba su medalla de oro en salto de altura en los Juegos Olímpicos de México 68 con su revolucionario Fosbury flop, saltando de espaldas, cuando todo el mundo lo hacía con el rodillo ventral.

En 1984, Fosbury hizo unas declaraciones en las que decía: "La popularidad actual de mi estilo es un premio maravilloso a cuanto tuve que aguantar al principio porque no gustaba a nadie. El salto de espaldas ya lo practicaba en el instituto y todos se reían de mí, considerándome un chiflado y algunos un snob por salirme de las normas conocidas. Hasta que gané en México pasando a la categoría de héroe".

Al fútbol le hacen falta algunos Fosburys.

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