Reportaje:VIAJE DE AUTOR

La costa del día más largo

Recorrido por Normandía, escenario del desembarco de la II Guerra Mundial

Niebla en el canal, kilómetros de playa batida sin tumbonas ni sombrillas de paja, caballos de buena planta, dunas salvajes y ni un alma. No resulta un paisaje del todo desconocido. Lo hemos visto cientos de veces en el cine. Es la costa del día más largo, donde el general estadounidense Eisenhower y el mariscal británico Montgomery iniciaron el desembarco de las tropas aliadas durante la II Guerra Mundial. Aquel 6 de junio de 1944 había también jirones de niebla en el canal de la Mancha. Lo sabemos gracias a las imágenes de Robert Capa, el único fotógrafo que desembarcó en la primera oleada, ...

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Niebla en el canal, kilómetros de playa batida sin tumbonas ni sombrillas de paja, caballos de buena planta, dunas salvajes y ni un alma. No resulta un paisaje del todo desconocido. Lo hemos visto cientos de veces en el cine. Es la costa del día más largo, donde el general estadounidense Eisenhower y el mariscal británico Montgomery iniciaron el desembarco de las tropas aliadas durante la II Guerra Mundial. Aquel 6 de junio de 1944 había también jirones de niebla en el canal de la Mancha. Lo sabemos gracias a las imágenes de Robert Capa, el único fotógrafo que desembarcó en la primera oleada, con la 29ª División, Compañía A, del 116º regimiento americano de Infantería. En Easy Red.

Fogonazos anaranjados entre miles de partículas de agua pulverizada, trampas antitanque, estampidos de mortero, órdenes de mando casi ahogadas por el viento y los motores de las lanchas. Arriba, la trepidación de cubierta; abajo, el abismo espumeante de las olas. Al frente, seis kilómetros de arena sembrada de minas. Omaha beach. Difícil tomar foco con tanto movimiento. Instantáneas rápidas, fugaces. Después, la espuma del Atlántico se tiñó de rojo en una de las mayores carnicerías del siglo XX: 10.000 muertos en apenas unas horas. Images of war.

-Sólo dos tipos de hombres se van a quedar en esta playa -dice el general Norman Cota, encarnado por Robert Mitchum en El día más largo-, los muertos y los que van a morir. De modo que adelante.

A continuación se puso un cigarrillo en la boca y se subió a un jeep para echar de una maldita vez a los nazis de Europa. Así son las películas de guerra.

Operación Overlord

La realidad debió de ser algo distinta. Porque hay momentos en los que la gloria queda demasiado lejos y lo único que cuenta es el infierno de cada minuto que un soldado lucha por sobrevivir mientras las ametralladoras alemanas juegan con él al gato y al ratón. Nadie les había explicado a aquellos chicos qué demonios tenían que hacer. Muchos aún no habían cumplido 22 años y fueron abatidos antes de conseguir poner un pie en la arena. Ninguno de los objetivos militares de la Operación Overlord se cumplió, ni siquiera la toma de Caen. Pero, a pesar de ello y de la abrumadora cantidad de bajas, los aliados consiguieron controlar un sector de costa suficiente para hacer un embudo y desembarcar 80.000 hombres en una semana. Y así amaneció un día nuevo para la historia.

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La mejor manera de llegar a esta zona de la baja Normandía es coger un vuelo directo al aeropuerto de Beauvais y desde allí alquilar un coche, para recorrer, pueblo a pueblo, toda la franja desde Honfleur, tierra de pintores y pianistas -aquí nacieron Claude Monet y el compositor Erik Satie, cuya casa, en la antigua calle del puerto, es un curioso museo-, hasta el imponente cabo de la Hague, de cielos azufradamente lívidos con pinceladas verde pálido junto al faro, en medio de un paisaje rocoso en el que el rugido del oleaje encubre los gritos de las aves marinas. En toda esta franja se dan las mareas más violentas de Europa. El mar avanza kilómetros en pocas horas como una agilísima muralla verde y se retira a la misma velocidad.

Repliegue en Dunquerque

El departamento de la Manche, en la Basse Normandie, es el lugar ideal para estar a solas cada cual con sus fantasmas, o para recorrer a caballo sus playas a última hora de la tarde (hay varios hipódromos de herencia anglosajona), o para leer una buena novela como Expiación, de Ian McEwan, que relata el repliegue británico en Dunquerque.

La línea de costa es una sucesión de playas que todavía conservan su nombre de guerra: Sword, Juno, Gold, Omaha y Utah, donde los recuerdos de la batalla se alternan bajo cielos plomizos sobre casas de piedra con tejados de pizarra gris para resguardarse de las lluvias torrenciales, olor a salitre y tabernas a pie de playa, a las que se llega por caminos de tablas y en las que, si el hígado aguanta, se puede tomar un calvados mirando las fotos de soldados que adornan las paredes del local, y después cada uno que se las apañe como pueda con sus mitos.

La vida de muchos pequeños pueblos sigue girando en torno a los recuerdos de los supervivientes, como Sainte-Mère-Église, una pequeña aldea que el 6 de junio de 1944 vio cómo el cielo se cubría de paracaidistas americanos que eran acribillados antes de conseguir tocar tierra. Aquí se halla el Museo de las Tropas Aerotransportadas, donde se expone al público alguno de los aviones utilizados para los lanzamientos.

Los que aman los puertos y los barcos también encontrarán su lugar en esta costa de faros, cormoranes y olor a puerto viejo con las redes puestas a secar. Viajar por el norte de Normandía es recorrer un territorio que fue literalmente reducido a escombros, pasear por ciudades que resurgieron de sus cenizas, piedra a piedra: Caen, Arranches, Dunquerque, Bologne... Toda la región está sembrada de monumentos conmemorativos, museos militares -como el Dead Man's Corner Museum, en Sain-Côme-du-Mont, donde se enfrentaron por primera vez los paracaidistas de la 101ª División Airborne y los Diablos Verdes del 6º Regimiento alemán Fallschirmjäger, en la batalla de Carentan- y cementerios marinos donde reina el aura inquietante de la II Guerra Mundial.

Aquí, el silencio sólo es interrumpido por el estrépito del oleaje. El cementerio americano impresiona por su magnitud: 9.386 tumbas perfectamente alineadas en el césped, orientadas al oeste, hacia su país, ocupando una extensión de 70 hectáreas en lo alto de un acantilado que da directamente sobre Omaha beach. Todavía se pueden ver los restos de uno de los puertos flotantes, remolcados desde Inglaterra, que se utilizaron durante la invasión. La playa permaneció prácticamente intacta durante casi sesenta años. Retiraron las minas, las granadas sin explotar y las defensas antitanque.

Pero los fantasmas siguen allí, dispuestos a hacernos compañía y darnos conversación, como el capitán Greg en El fantasma y la señora Muir. Las guerras, todas, las buenas y las malas, las justas y las injustas, están tan llenas de coraje como de absurdo. De muertes inútiles por esos trapos manchados de sangre y barro llamados banderas, como escribió Flaubert, sin sospechar que poco tiempo después el territorio de su infancia se convertiría en un escenario mortal. De niño, mientras paseaba un día de la mano de su madre por Le Havre, encontró un dardo de oro en medio de una conversación casual. Entonces no se dio cuenta de que había dado con el cofre del tesoro, pero muchos años después, aquella historia sobre una célebre belleza local cuajaría en el personaje de madame Bovary.

No es mal sitio este para empezar a escribir una novela. El lugar, por lo que se ve, tiene hondas raíces literarias, como demostró Marcel Proust. Otro que también anduvo por allí, no a la búsqueda de nazis, claro, sino del tiempo perdido. Su territorio literario abarca desde Deauville hasta Luc-sur-Mer, en la región imaginaria de Balbec, donde se enreda la sombra de las muchachas en flor.

Ahí se halla el Gran Hotel de Cabourg. Un viejo edificio acristalado como una pecera en el que a principios de siglo se daba cita la sociedad francesa más encopetada para tomar el té en tacitas de porcelana y cubertería de plata con el meñique rizado, a pocos kilómetros de las playas sangrientas. Pero ésa ya es otra historia.

Las apacibles playas del Día D

» Susana Fortes (Pontevedra, 1959) fue finalista del Premio Planeta 2003 con la novela El amante albanés. En 2007 publicó Quattrocento (Planeta).

Guía

Cómo llegar

» Ryan Air (www.ryanair.com; 807 22 09 99, 67 céntimos el minuto) vuela desde Madrid y Barcelona a París Beauvais desde 47,79 euros, ida y vuelta, precio final.

Visitas

» Museo de las tropas aerotransportadas Airborne

(www.musee-airborne.com; 0033 2 33 41 41 35). Eisenhower, 14. Sainte-Mère-Église. 7 euros.

» Deadman's Corner Museum (0033 2 33 42 00 42; www.paratrooper-museum.org). Village de l'Amont, 2. Saint-Come-du-Mont. Gratis.

» Cementerio Militar Americano (www.abmc.gov; 00 33 2 33 89 24 90). Montjoie-Saint-Martin. Saint James.

» Casa Erik Satie (www.ot-honfleur.fr; 00 33 2 31 89 11 11). Charles V, 67. Honfleur. 5,40 euros.

» Le Grand Hotel de Cabourg (www.mercure.com; 0033 2 31 91 01 79). Les Jardins du Casino, Cabourg.

Información

» Turismo de La Mancha (www.manchetourisme.com). Incluye un sistema de reservas de alojamiento.

» Normandie Mémoire (www.normandiememoire.com). Centrada en el turismo bélico, ofrece el Normandie Pass (www.normandiepass.com) para acceder a 26 museos y enclaves del Desembarco.

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