Crítica:XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA

Una fresca revisión

La idea de inspirar una obra en la Colección de Canciones Populares Españolas, recogidas y armonizadas por Federico García Lorca en 1931, conlleva un doble riesgo, su antigüedad de cerca de 80 años y el hecho de que el mencionado cancionero sea ampliamente conocido en la versión que Lorca y La Argentinita dejaron. Pero, ya se sabe, no existe acto creativo puro sin riesgo, una premisa que parece tener más que asumida una creadora como Rafaela Carrasco. Para su adaptación, tanto musical como coreográfica, se deduce que la artista sevillana ha tomado distancia para realizar un cierto ejerc...

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La idea de inspirar una obra en la Colección de Canciones Populares Españolas, recogidas y armonizadas por Federico García Lorca en 1931, conlleva un doble riesgo, su antigüedad de cerca de 80 años y el hecho de que el mencionado cancionero sea ampliamente conocido en la versión que Lorca y La Argentinita dejaron. Pero, ya se sabe, no existe acto creativo puro sin riesgo, una premisa que parece tener más que asumida una creadora como Rafaela Carrasco. Para su adaptación, tanto musical como coreográfica, se deduce que la artista sevillana ha tomado distancia para realizar un cierto ejercicio de abstracción mirando al futuro, como a ella le gusta. Su trabajo se resuelve en gran parte con el buen sentido de la medida con que plantea la obra, un planteamiento que puede en apariencia saltar en pedazos en cuanto ella decida dejar su impronta. Tal vez por eso, el resultado no contente a todos, pero nunca deja indiferente y, en todo momento, el trabajo se presenta bien facturado remitiendo al sello y a la firma de su autora.

VAMOS AL TIROTEO

Compañía Rafaela Carrasco. Baile: Rafaela Carrasco, Ricardo López, José Maldonado, Pedro Córdoba, David Coria. Piano: Chico Valdivia. Cello: José Luis López. Guitarras: Jesús Torres, Juan Antonio Suárez Canito. Cante: Antonio Campos, Manuel Gago, La Tremedita. Dirección y coreografía: Rafaela Carrasco

Teatro Central, 6 de octubre.

Rafaela Carrasco opta por la insinuación y la rotundidad

Frente al carácter obviamente popular de las canciones, Rafaela opta por la insinuación en algunos momentos y por la rotundidad en otros. Deja destellos de clasicismo, pero -como es habitual en ella- gusta a la vez de la trasgresión y la iconoclastia. En el primer extremo, se situaría su baile con bata de cola de corte antiguo para la canción Las Morillas de Jaén o la delicada Nana de Sevilla, con un intimista acompañamiento de violoncello. En el otro, la coreografía de las sevillanas en las que viste al cuerpo de baile masculino con batas de cola, un recurso que ya se le ha visto en alguna otra ocasión. También resulta reconocible el uso del mantón que, en un paso a dos, sirve para que la pareja se una y se desuna. Destacable, asimismo, aunque algo cansino, se recibe el planteamiento de zapateado percusivo con que aborda la pieza previa al final con Sones de Asturias, en la que toda la compañía transita por un damero de luces. Su zapateado en solitario acompañado de palillos, ya había abierto la obra mostrando en parte la intención que anima la obra.

No es ajena al planteamiento de toda la obra la relectura de la música original que realizan los músicos de la compañía. Variaciones sobre muchos temas que rozan en ocasiones el minimalismo, especialmente en el trabajo del pianista Valdivia. Los guitarristas mantienen un importante nivel creativo que cobra altas cotas en Los cuatro muleros de Canito o en Los Peregrinitos de Torres.

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