Análisis:25 años de la patada más famosa de la historia

El aura de la habitación 201

Hay lesiones cuya gravedad se sabe en la grada sin necesidad de que canten el parte médico. Así ocurrió con la de Maradona la noche en que Barcelona estaba de fiesta mayor, el Athletic campeón visitaba el Camp Nou en su 26º aniversario y los relojes se adelantaban una hora. Maradona se había descolgado hasta la divisoria y, de cara a Urruti, agarró la pelota tras un rechace para orientarla camino de la meta de Zubizarreta. Aunque una jugada nunca fue intrascendente a pies de Diego, no parecía que la acción mereciera réplica, opinión que no compartió Goikoetxea, que entró abajo al tobillo, sin ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hay lesiones cuya gravedad se sabe en la grada sin necesidad de que canten el parte médico. Así ocurrió con la de Maradona la noche en que Barcelona estaba de fiesta mayor, el Athletic campeón visitaba el Camp Nou en su 26º aniversario y los relojes se adelantaban una hora. Maradona se había descolgado hasta la divisoria y, de cara a Urruti, agarró la pelota tras un rechace para orientarla camino de la meta de Zubizarreta. Aunque una jugada nunca fue intrascendente a pies de Diego, no parecía que la acción mereciera réplica, opinión que no compartió Goikoetxea, que entró abajo al tobillo, sin concesiones. La caída fue tan espantosa que la hinchada quedó presa de la misma mueca de dolor que la del 10.

Más información

Las imágenes sucesivas completaron el peor de los cuadros dramáticos; la guadaña de Goiko; un minuto que no augura nada bueno (13 de la segunda parte); la fúnebre salida de Maradona, tendido sobre una camilla, con las manos cruzadas sobre el pecho, cubierto por una manta y al grito de "¡Miguel [Migueli] me rompió todo!" antes de desmayarse en el túnel de vestuarios; y la tardía y multitudinaria evacuación del jugador del estadio a la clínica Asepeyo, donde fue operado de la lesión propia "del esquiador, con la diferencia que la descarga que recibió es de cien kilos".

A Maradona le había partido un rayo de la tempestad armada por la dialéctica Clemente-Menotti y Goikoetxea-Schuster, y la afición lloraba la fatalidad mientras la expedición del Athletic quedaba retenida en su hotel. Maradona y el Barça nunca estuvieron más unidos que aquella noche en la habitación 201, la misma que se pidieron después los jugadores que caían lesionados para impregnarse del aura de Diego, el futbolista que convocaba a la hinchada media hora antes del partido para presenciar su calentamiento.

Sobre la firma

Archivado En