Tribuna:

El encefalograma (casi) plano del PSPV

Escribió Tomas S. Kuhn en su impresionante La estructura de las revoluciones científicas que ante la acumulación de anomalías en el paradigma dominante, la respuesta era "la proliferación de articulaciones en competencia, la disposición a ensayarlo todo, la expresión del descontento explícito, el recurso a la filosofía el debate sobre los fundamentos". No puede extrañar, pues, que ante los reiterados descalabros electorales de los socialistas desde hace más de una década, en la etapa previa al XI Congreso hayan proliferado los síntomas que, salvando todas las distancias, enunciaba Kuhn....

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Escribió Tomas S. Kuhn en su impresionante La estructura de las revoluciones científicas que ante la acumulación de anomalías en el paradigma dominante, la respuesta era "la proliferación de articulaciones en competencia, la disposición a ensayarlo todo, la expresión del descontento explícito, el recurso a la filosofía el debate sobre los fundamentos". No puede extrañar, pues, que ante los reiterados descalabros electorales de los socialistas desde hace más de una década, en la etapa previa al XI Congreso hayan proliferado los síntomas que, salvando todas las distancias, enunciaba Kuhn. Nada menos que cinco (pre) candidatos, una ponencia marco que propone el giro al centro y el cambio de nombre de la organización y crecientes -aunque todavía en privado- expresiones de descontento -y desconfianza- acerca de cómo evoluciona la situación y sobre que el resultado congresual permita superar la parálisis existente. Negarnos los rasgos que dominan la cruda realidad, y se podría ser más severo, es seguir con la política del avestruz que tanto parece gustar a una parte del poder establecido en el PSPV. Y ocultárselo a los ciudadanos, en medio de continuas proclamas acerca de la voluntad de un aumento de la relación con ellos, es simplemente triste.

Un paso previo debiera ser el repaso de los programas electorales del último decenio

En medio de este movimiento, primordialmente subterráneo, se subraya poco la ausencia de ideas que permitan sustituir el inservible paradigma que se ha venido utilizando para interpretar la sociedad valenciana y que nos ha conducido donde estamos. Los textos preparados por los distintos candidatos para presentarse ante sus correligionarios contienen escasas novedades sobre lo ya escrito en años pasados para eventos diversos. Y en varios casos ninguna, alimentando la idea de que lo único que se busca es participar en el reparto posterior de puestos de trabajo. Y las adscripciones que se van conociendo no se justifican en base al interrogante capital de qué partido se quiere (nunca concretado en la práctica) y qué sociedad valenciana se propugna (menos definida todavía).

La única excepción hasta la fecha, mal que pese a algunos, es la ponencia marco. Y muy en especial el análisis de Ángel Luna sobre la sociedad valenciana en ella, y artículos de prensa posteriores, y su propuesta de abandono de las siglas PSPV. Mantener, como es mi caso, una discrepancia radical con las consecuencias políticas que extrae de las transformaciones sociales y económicas de la Comunidad Valenciana en los últimos años no debe llevar a obviar este hecho. Ni otro también relevante. Sin su propuesta de giro al centro y de cambio de siglas, estas semanas precongresuales hubieran pasado completamente desapercibidas para todos los valencianos.

La cuestión central una vez más ha quedado fuera del debate. Es adaptar los principios que defendemos los socialistas, que en modo alguno cabe confundir con los de la revolución de la burguesía por excelencia como fue la Revolución Francesa, a la realidad valenciana de comienzos del siglo XXI. Y no a la inversa como se entiende del texto de la ponencia en una adaptación literal, como puso de relieve aquí Josep Torrent, del axioma marxiano "estos son mis principios, si no le gustan tengo otros". Claro que un paso previo a ese debate siempre aplazado debiera ser el repaso de las propuestas principales de los programas electorales socialistas del último decenio para encontrar aquellas propuestas tan de izquierdas que habrían alejado a los electores de un radicalizado PSPV, tan necesitado según Luna de un viraje al centro. No es buena mi memoria, pero que recuerde J.I. Pla no pretendía ni nacionalizar las cajas de ahorro ni expropiar las tierras susceptibles de ser convertidas en PAI, ni nada por el estilo. Y es que es mal carpintero el que culpa a sus herramientas.

El encefalograma prácticamente plano del PSPV sobre cómo articular una organización para abordar otro País Valenciano posible en 2011, deja poco espacio para el optimismo. No ya sobre el triunfo electoral en esa fecha, sino para la misma salud democrática de la sociedad valenciana que requiere de la competencia interpartidaria. EU está sumida en una guerra de vanidades que la ha llevado a su destrucción. Y el PSPV sigue mirándose más a sí mismo que a la sociedad a la que dice querer servir y transformar mientras quienes lo controlan carecen de ganas para pensar en las razones de sus fracasos. En esta situación no puede sorprender que el programa conservador gobierne con tanta comodidad, a pesar de la astracanada de la Educación para la Ciudadanía en inglés, la broma de los 300 millones de euros para avalar financiación empresarial y de la completa pasividad del Consell frente a la crisis.

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Quizá por ello, la esperanza que a algunos nos queda es que Kuhn tuviera razón cuando señaló que "casi siempre, los hombres que realizan los inventos fundamentales de un nuevo paradigma han sido muy jóvenes o muy noveles". Porque, continuaba, "al no estar comprometidos con las reglas tradicionales (...) debido a que tienen poca práctica anterior, tienen muchas probabilidades de ver que esas reglas no definen ya un juego que pueda continuar adelante". Porque de lo ya conocido sabemos bien qué podemos esperar: nada diferente de lo que nos ha llevado donde estamos.

Jordi Palafox es Catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universitat de València y militante del PSPV.

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