Reportaje:

Las colegialas perversas de Tonuca

La segunda jornada de la Semana de la Moda deja gustos contradictorios

Sensaciones inducidas. Los diseñadores inducen temperaturas. Algunos te suben los calores, otros te dejan frío y entremedias toda una escala centígrada. El fervor retro-futurista del invierno cede a una estética más sosegada y atemporal. Los volúmenes se imponen a las líneas rectas y en la paleta hay de todo como en botica. En ese ambiente caldeado, los estampados orgánicos, los tejidos frescos y livianos, el cromatismo intenso, y el dominio de las gamas calientes son casi lugar común.

Cerró la primera jornada Alex Vidal, que inyectó en su vena formal una transfusión de fluido actual. A...

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Sensaciones inducidas. Los diseñadores inducen temperaturas. Algunos te suben los calores, otros te dejan frío y entremedias toda una escala centígrada. El fervor retro-futurista del invierno cede a una estética más sosegada y atemporal. Los volúmenes se imponen a las líneas rectas y en la paleta hay de todo como en botica. En ese ambiente caldeado, los estampados orgánicos, los tejidos frescos y livianos, el cromatismo intenso, y el dominio de las gamas calientes son casi lugar común.

Cerró la primera jornada Alex Vidal, que inyectó en su vena formal una transfusión de fluido actual. Alex Vidal, que se ha tomado en serio lo de hacer una regeneración a fondo de su casa, aun conservando ciertos efectos formales que distinguen la costura de esa marca (qui-paga-mana), pero sobre un cada vez más esdrújulo acento contemporáneo. Una colección de inspiración provenzal que subraya los volúmenes de las partes superiores. Y apareció ella en la pasarela, con esa boca presidida por un labio superior que se extendía peligrosamente más allá de toda la boca, casi fuera de control, y con unas piernas tan largas que bajan del techo: Esther Cañadas, icono para el ojo pagano.

Interesantes salidas en blanco, aunque luego reinó la confusión en cortes

La segunda jornada de la Semana de la Moda de Valencia dejaba sabores de boca diversos y gustos contradictorios. Abrió Jaime Piquer con una colección estroboscópica con diferentes resultados en la persistencia retiniana del espectador. Interesantes las primeras salidas en blanco, aunque luego reinó la confusión en los cortes. A continuación, Matilda ofreció una experiencia lisérgica sin cobro alguno: hubo furia de prints de estilo japonés desbocado que se entremezclan violentamente con el grafismo más psicodélico. Un mareo.

La alemana Anke Schlöder dejó atemplado al respetable con un juego de algodones y linos en colores naturales. Vestidos rectos, y mezcla de texturas, materiales y colores. Y Martín Pérez Ripoll remató la faena con un estrábico, y bastante wikipédico, homenaje a Paco Rabanne. Con el paso de la tarde, la temperatura fue aumentando.

Y llegó Tonuca, y con ella, por fin, la moda. Con una cita de índole hedonista (Oscar Wilde), vuelve o sigue Tonuca por sus fueros propios: un terreno de tendencias e ideas. Sin olvidar la poesía. Tonuca mezcla lo solemne, lo dramático y una pureza enrevesada, convirtiendo densos conceptos en preciosas, y precisas, abstracciones sastreriles. La colección Esto es todo era más que inocente y estuvo excelentemente presentada. Colegialas entre perversas y espartanas con prendas que incorporaban elementos de la sastrería masculina para llegar a una sutil representación del frac, símbolo de la decadente sociedad victoriana y del dandismo. Cuestión de hábito, como bien sabe el monje. Todo aquello rezumaba buen gusto y estilo.

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Tras ella apareció Nona, que sigue acoplada con lo más avanzado del diseño. La diseñadora extendió toda su batería formal y sagaz para materializar una colección coherente: Flúor, dominada por los tejidos tecnológicos (lúrex, telas que repelen el agua) y los colores fluorescentes (naranjas, amarillo, vainillas y verdes) usó los pantalones de talle alto, los plisados y las faldas y monos con efecto dinámico.

Hannibal cerró esta segunda jornada de la pasarela con su trabajo One & Only. Deslumbrantes maxibordados con incrustaciones en cristal y semipreciosas, tafeta metálica y muchas gasas vaporosas. Pocas veces se ve sobre la pasarela tanta autoconciencia del manierismo, del lujo extremo, y tanta habilidad para puntuar el tratamiento melodramático sin atisbo de distancia irónica.

Una modelo muestra un diseño de la modista Tonuca.SANTIAGO CARREGUí

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