DESDE MI SILLÍN | VUELTA 2008 | Segunda etapa

Dragados

A veces, nos quejamos. Los ciclistas, digo, y últimamente muy a menudo, en exceso yo diría. No es que de vez en cuando no nos falte razón, no, pero es que en algunas ocasiones ves que ni siquiera hay un motivo concreto para la queja, sino que ya son ganas de continuar con el mismo soniquete. Y es que a veces vemos incluso fantasmas donde no los hay. Ayer, por ejemplo.

Circulaba yo por la salida neutralizada con el sonido activado en stereo. Por un lado, los ánimos de la afición granadina que abarrotaba las calles en un domingo de fiesta. Por el otro, un compañero de equipo (Flech...

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A veces, nos quejamos. Los ciclistas, digo, y últimamente muy a menudo, en exceso yo diría. No es que de vez en cuando no nos falte razón, no, pero es que en algunas ocasiones ves que ni siquiera hay un motivo concreto para la queja, sino que ya son ganas de continuar con el mismo soniquete. Y es que a veces vemos incluso fantasmas donde no los hay. Ayer, por ejemplo.

Circulaba yo por la salida neutralizada con el sonido activado en stereo. Por un lado, los ánimos de la afición granadina que abarrotaba las calles en un domingo de fiesta. Por el otro, un compañero de equipo (Flecha) contándome alguna batalla de las suyas. Además, en el auricular -emplazado en el lado del sonido ambiente-, mi director me decía en inglés que llamase a Freire, que el cable de su comunicador no funcionaba correctamente. Y en mi cabeza todos los sonidos se acompasaban y me trasladaban a un sentimiento que no por conocido deja de ser excitante: ya estás en la competición.

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Justo por delante de nosotros marchaba un corredor ruso hecho ciclista en Italia y perteneciente a un equipo belga. Fijó su vista en un cartel y lo que vio le provocó la risa instantánea. Nos miró a nosotros y nos señaló al cartel. Era una publicidad de una constructora: Dragados y Construcciones. ¿Y que tenía aquello de gracioso? Flecha cayó en la cuenta antes que yo: cambiando la primera a por una o, teníamos la respuesta. Lo gracioso para él resultó triste para mí. Menos mal que pronto llegamos al kilómetro 0. La batalla comenzó y pronto aquello se fue de mi cabeza. Pero vuelve ahora. Drogados. A veces lo oímos desde la bici, otras lo leemos en una pancarta. ¿Qué pruebas hay para la acusación? Que damos pedales, no hace falta más. Que de vez en cuando hay positivos en este deporte, que de cada equis controles uno es de un tramposo, siendo equis mayor que uno. Pero para algunos es lo mismo. Ellos están en posesión de la verdad: todos vamos igual.

Pero también vuelve a mi cabeza aquel cartel: Dragados. Un dragado es una operación de limpieza, algo así como quitar lo que molesta para que el agua siga su flujo. ¿No es eso lo que está pasando ahora en el ciclismo? Es cierto que así se puede interpretar y en cierta medida es lo que los organizadores de las grandes carreras venden en los días previos. No solo organizan, también dragan. Este año será mejor que nunca, más bonito, pero sobre todo, lo más importante, más limpio. Todo recién dragado.

Bueno, dejo la draga, que ya es tarde y me tengo que ir a cenar. Con respecto a la etapa, aún tengo la duda de si estoy en la Vuelta y si lo que ha pasado no ha sido más que un déjà vu del primer día del Tour y esto aún está por comenzar. Pero no, aquello recuerdo que lo vi en una pantalla y esto lo pude ver estirando un poco el cuello. Bueno, en realidad, más que un poco. A ver si otro día lo puedo ver más de cerca, que me parece a mí que éste repite.

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