Reportaje:PEKÍN 2008 | Juegos de la XXIX Olimpiada

"Nos dicen que seamos fuertes"

Los georgianos, que pensaron en retirarse, sufren el conflicto con Rusia

Georgia llora a sus muertos y no celebra sus medallas. En la Casa de la ex república soviética en Pekín, en el hotel Crowne Plaza, no hay visitantes, música ni comida. El suave rumor de un piano se cuela por la puerta desde el bar mientras el personal lamenta el enfrentamiento entre Rusia y su país. En la sala principal, plagada de banderas con cruces rojas, reina el abatimiento. "Es un momento triste", dice Alexandria Nana, la directora, ex ajedrecista; "mire esa galería de fotos. Son nuestros campeones olímpicos, los únicos que vienen aquí. Alguno ha perdido a familiares por la invasión de l...

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Georgia llora a sus muertos y no celebra sus medallas. En la Casa de la ex república soviética en Pekín, en el hotel Crowne Plaza, no hay visitantes, música ni comida. El suave rumor de un piano se cuela por la puerta desde el bar mientras el personal lamenta el enfrentamiento entre Rusia y su país. En la sala principal, plagada de banderas con cruces rojas, reina el abatimiento. "Es un momento triste", dice Alexandria Nana, la directora, ex ajedrecista; "mire esa galería de fotos. Son nuestros campeones olímpicos, los únicos que vienen aquí. Alguno ha perdido a familiares por la invasión de los rusos. El resto de visitas son gente que viene para darnos un apretón de manos y decirnos: 'Tenéis que ser fuertes".

El martes, el yudoca Irakli Tsirekidze y el luchador Manuchar Kvirkelia ganaron sendas medallas de oro. No hubo celebración en la Casa de Georgia. No se descorcharon los espesos vinos. No se abrieron las botellas de Tsinandili ni los caldos del Teliani Valley. "Lo normal habría sido invitar a los deportistas", concede el portavoz del equipo; "pero en esta situación...". "Normalmente, invitaríamos a los deportistas, a los miembros de la comunidad georgiana en Pekín y a los periodistas. Bailaríamos y tomaríamos vino. Ahora es imposible. La situación que vivimos no es usual. No sabemos qué hacer", confiesa.

La patrona de la Casa guarda con orgullo una carta. La firma Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional. "Querría ofrecerle mi más sincero agradecimiento por la decisión de seguir compitiendo en Pekín", dice; "su participación en los Juegos refleja el respeto a los valores olímpicos y es un signo de su fortaleza". El equipo georgiano se acostó retirado y se levantó compitiendo. Zaza Kedalashvili, campeón europeo de yudo, decidió llorar el repliegue pegándose un atracón. Al enterarse de que debía competir, intentó vomitar todo. Fracasó y fue eliminado.

Cada rincón de la Casa georgiana recuerda su autonomía. Un retrato de Mijaíl Saakashvili, el presidente, preside la sala. Hay un gran cartel con los caracteres de su alfabeto, banderas y reproducciones de las piezas más valiosas del museo nacional. En una pizarra se lee Recuerden a Georgia, escrito a mano, y un cartel reproduce las calaveras de Dmanisi, donde se enterraron los primeros euroasiáticos.

No es de extrañar que Tsirekidze, oro en yudo, se besara el escudo tras ganar al ruso Pershin en las semifinales. "Este oro significa mucho para Georgia". Tampoco que los moderadores tuvieran que intervenir para frenar las preguntas sobre el conflicto que siguieron a su triunfo y el de Kvirkelia. La Carta Olímpica prohíbe cualquier opinión política. Sólo eso detuvo a Kvirkelia. "Estoy orgulloso de mi país", dijo; "he probado la existencia de Georgia al mundo con mi medalla. Significa mucho en estos tiempos difíciles. Se lo dedico a nuestra gente".

Manuchar Kvirkelia, oro en lucha, con la bandera de Georgia.AFP

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